Page 347 - El Misterio de Belicena Villca
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–aulló horriblemente el Nefilim al advertir que el cuchillo de jade había penetrado
                 hasta la empuñadura en su cintura.
                        En todo momento de la lucha había tratado Nimrod de hundir el arma pero
                 ésta resbalaba en la coraza electrostática con precipitación mineral que lo
                 protegía. Al fin, cuando se sintió morir, difundió su conciencia en la Sangre, a la
                 manera hiperbórea, y dejó que el último esfuerzo de su brazo fuese guiado por
                 los impulsos primordiales. Y entonces la mano, temiblemente armada, se disparó
                 directamente a un punto de la cintura del Nefilim, justo sobre el hígado, adonde
                 un vórtice de chakra generaba un punto débil en la armadura.
                        Ahora Kokabiel estaba muerto, y nunca más viviría en este Universo, tal es
                 el misterio que tratan de ocultar los Demonios Nefilim de Chang Shambalá. Pero
                 Nimrod agonizaba junto al gigantesco cadáver…
                        Al caer Kokabiel un súbito desconcierto se generó entre las huestes
                 demoníacas. Sin embargo las voces de otros cobardes Nefilim los incitaban a
                 luchar sin retroceder. La matanza era terrible y la sangre cubría ya gran parte del
                 patio, sembrado con cientos de cadáveres. Una escuadra de zapadores comenzó
                 a incendiar los corredores adyacentes y pronto ardió el Palacio que se hallaba,
                 evidentemente, evacuado. En medio de la confusión, algunos guerreros sentaron
                 al Rey arquero contra la rumorosa fuente y le vieron sonreír mientras el titilar de
                 las voraces lenguas de fuego proyectaba sombras danzantes sobre su rostro.
                 También le vieron hablar con el espectro de Isa. Algunos hasta pudieron oír con
                 claridad lo que decían:
                        –Oh, Isa. ¿Dónde has estado Princesa?
                        –Muy lejos, Valeroso Nimrod –respondió la Iniciada muerta–. El monstruo
                 de fuego Enlil me transportó fuera del mundo terrestre, hasta la Casa de su Amo
                 Shamash, el Sol. Allí vi una Ciudad de Fuego, con los Demonios más infernales
                 que nadie puede imaginar. Había once “Dioses” semejantes a Enlil. Y uno, Oh
                 Nimrod, que no puede ser descripto por  ningún mortal sin correr el riesgo de
                 perder la cordura. El monstruo más espantoso y abominable que imaginarse
                 pueda en una eternidad de locura. ¡Y habitaba en Shamash! ¡Y todo, Oh Nimrod,
                 todo lo existente, todo cuanto vimos aquí, en este Infierno, y en otros muchos
                 mundos que atravesó el monstruo, todo estaba vivo, palpitaba, y era parte de El!
                        Pero debes alegrarte, Oh Nimrod, porque ni El pudo con el signo primordial
                 de HK. –¡Tórnate árbol! –le ordenó Shamash al Dragón Enlil– y confunde en la
                 gnosis primordial de tus frutos a ese Signo que nos recuerda al Incognoscible!
                        –De pronto, intrépido Nimrod, me hallé en la copa de un árbol espino, un
                 Manzano, un Rosal, un Almendro, un árbol que los era todos a la vez, un árbol
                 cuyos frutos contenían el Secreto de la Serpiente, la Sabiduría del Creador Enlil,
                 el Conocimiento que cuidan los Demonios porque es la heredad de los animales
                 hombres y de los Pueblos Elegidos por El. Ese árbol colgaba de negros abismos
                 y llegaba hasta Shamash. Comencé a descender y muchas criaturas infernales
                 me acechaban, pero todas huían al comprobar que portaba  el Signo. Me
                 encontraba muy preocupada pues debía cumplir la misión de hallar el Sendero de
                 Regreso al Origen, tal como nos fue encomendado por los Sabios cainitas. Toda
                 la esperanza de la Raza estaba puesta en mí y no podía fracasar. Y para colmo
                 de apremios percibía la Voz de Shamash que hablaba al Perro del Cielo y decía:
                        –¡Oh Sirio! ¡Oh Sión! ¡Oh Divino  Can! Tu nunca mancillada Faz debe
                 contemplar como los seguidores de Kristos Lúcifer, el enviado del Incognoscible,
                 se alzan contra el Plan de El Uno,  desafían las leyes cósmicas y buscan

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