Page 348 - El Misterio de Belicena Villca
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abandonar el Universo de los Soles. ¿Permitiremos nosotros, los Arquitectos de
Todos los Mundos, que los Espíritus esclavos se liberen del yugo de los ciclos,
de los manvantaras y de los pralayas? Responde, Oh Tú, que vives en la Paz del
Uno. Dinos si podemos aceptar que el ungido Lúcifer, el Kristos, revele el Misterio
del Vril a los Espíritus atados a la evolución de nuestras Santas Voluntades. Pues
he aquí que El Enviado se ha instalado en nuestra Mansión, y desde allí alienta la
Redención de la Sangre Pura. Ilumina el interior de los hombres con un nuevo
Sol que nadie ve, un Sol Negro que recuerda al Origen Divino del Espíritu y
despierta la Nostalgia del Regreso. ¿Permitiremos esta abominación, Oh Sirio? Si
ellos descubren el camino de Regreso a los Mundos Increados ¿qué será de
nuestras cadenas planetarias, confiadas al desenvolvimiento dudoso de las
mónadas? ¡Debemos impedirlo! ¡Oh Sirio-Sión, Perro del Pastor Uno que cuidas
del Rebaño Cósmico, hunde tus dientes en la Serpiente Redentora y líbranos de
la amenaza de liberación espiritual para que continúe eternamente la
esclavitud de aquellos que son semejantes al Incognoscible sin saber qué
son!
–¡Oh Nimrod, no temas! –exclamó la Princesa al comprobar que el rostro
del moribundo Rey Kassita se ensombrecía–. ¡Hemos triunfado, Oh Tú, el
vencedor de Kokabiel! Mientras los Demonios hacían oír sus blasfemas voces por
todo el orbe yo trataba de cumplir con la misión de la Raza y hallar el Sendero de
Regreso. Para ello concentraba mi atención en el Sol Negro, pues ésa es la única
manera de conservar la ventaja estratégica obtenida por la pureza de sangre,
cuando una luz vivísima partió desde atrás de ese Centro Racial. Era un rayo
verde, de una pureza inefable, que atravesaba el Centro Increado y revelaba,
para nuestra Estirpe, la Puerta Original de las Mansiones Perdidas. ¡Oh Nimrod,
en un instante todo se tornó claro, toda confusión se disipó! Ya no podría
perderme jamás porque ahora sabía que nunca nos habíamos extraviado, ni
confundido, ni pecado, ni caído. Ni siquiera nos habíamos movido nunca. ¡Oh,
Nimrod! Al disiparse la totalidad del Gran Engaño he tenido la certeza de que ya
no tendríamos que regresar porque estábamos allí sin saberlo. ¡Hemos
conquistado la Libertad del Espíritu, Valiente Nimrod! Y la posibilidad absoluta
de ser nosotros mismos nuestra propia creación, de ser nosotros la matriz
de nuestro propio parto. ¡Es la Voluntad del Incognoscible, Divino Nimrod,
que lo podamos todo!
Pronunció las últimas palabras la Princesa Isa, acompañando el suspiro
final del Rey Hiperbóreo: –Ya poseía el Secreto del Regreso al descender del
espino, cuando os vi en la entrada de la infame caverna iniciática, pero era bueno
para dar prueba de la pureza alcanzada por el linaje de Kus que se librara la
Batalla Final entre los Kassitas de Nimrod y los Demonios de Chang Shambalá.
Para que perdure en la memoria racial de los hombres aún encadenados el
recuerdo de esta hazaña y sea evocada al fin de la Era del Pez, cuando los Trece
Dioses recuperen la Corona de Lúcifer y despierten definitivamente a los pueblos
hiperbóreos. Entonces caerá Chang Shambalá con sus Demonios, y en un
Holocausto de Fuego sin fin sucumbirá la maldita obra del Demiurgo Jehová
Satanás.
Nimrod yacía muerto en Chang Shambalá. Junto a él, con una mueca de
horror indecible en el crispado rostro, estaba el cadáver del Nefilim Kokabiel,
quien había sido Maestro de hechiceros y magos. Su Ciencia había resultado
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