Page 40 - El Misterio de Belicena Villca
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último paso de la trasmutación, recrear ese azúcar arquetípico en el Espíritu, y
                 comprenderlo con el Símbolo del Origen.  Pero no soy Yo quien debe hablarle
                 de esto, pues sus antepasados se harán presentes un día, todos juntos, y le
                 reclamarán el cumplimiento de la misión.


                 Quinto Día


                        Ahora, que ya le comuniqué estos antecedentes imprescindibles, entraré
                 de lleno en la historia de mi familia, Dr. Siegnagel. La misma, según adelanté,
                 desciende directamente de los Atlantes blancos y, desde luego, de los Antiguos
                 Divinos Hiperbóreos. Hace miles de años, los iberos fueron víctima también de
                 esa Fatiga de Guerra que iba causando una amnesia generalizada en los
                 descendientes de los Atlantes blancos. Primero se fue flexibilizando la austeridad
                 de las costumbres y se permitió que los hábitos urbanos de los pueblos del Pacto
                 Cultural se confundiesen con el modo de vida estratégico: aquella penetración
                 cultural tuvo incidencia decisiva en la desmoralización del pueblo, en la pérdida
                 de su alerta guerrero. Luego se sellaron las alianzas de sangre que, conforme al
                 engaño que padecían los últimos Guerreros Sabios, concretarían las ilusiones de
                 la paz, la riqueza, la comodidad, el progreso, etc. Lógicamente, junto con los
                 Príncipes y Princesas de los pueblos del Pacto Cultural, vinieron los Sacerdotes a
                 imponer sus Cultos a los Dioses Traidores y a las Potencias de la Materia. Los
                 guerreros perdieron así su espiritualidad, conocieron el temor y especularon con
                 el valor de la vida: aún serían capaces de luchar, pero sólo hasta los límites del
                 miedo, como los animales; y, por supuesto, se harían “temerosos de los Dioses”,
                 respetuosos de sus Voluntades Supremas a las que nadie osaría desafiar; ya no
                 levantarían, pues, la vista de la Tierra, ni buscarían el Origen. En adelante sólo
                 los Héroes protagonizarían las hazañas que los guerreros ahora no se atrevían a
                 realizar: triste lugar de excepción el reservado a los Héroes, cuando en los días
                 de los Atlantes blancos toda la Raza era una comunidad de Héroes.
                        El triunfo del Culto causó el olvido de la Sabiduría. El Espíritu se fue
                 adormeciendo en la Sangre Pura y sólo aquellos Guerreros Sabios que todavía
                 conservaban un resto de lucidez atinaron al recurso desesperado de plasmar la
                 “misión familiar”. En el caso de nuestra Estirpe, Dr. Siegnagel, la locura de reunir
                 en una sola mano el Culto y la Sabiduría condujo a mis antepasados a una
                 demencial propuesta: establecieron como pauta  la perfección del Culto. Es
                 decir que la cosa a perfeccionar no sería para nosotros una mera cualidad, tal
                 como el color o el sonido, sino el propio Culto impuesto por los Sacerdotes, el
                 Culto a una Deidad revelada por los Atlantes morenos. Y me refiero precisamente
                 a  Belisana, la Diosa del Fuego. Pero,  todo Culto es la descripción de un
                 Arquetipo: la misión familiar exigía, pues, el demencial objetivo de perfeccionar
                 el Culto hasta ajustarlo a su Arquetipo, el que tan luego era una Diosa, vale decir,
                 una Faz del Dios Creador; y, como culminación se ordenaba  re-crear en el
                 Espíritu a ese Arquetipo, a esa Diosa, y comprenderlo con el Símbolo Increado
                 del Origen: ¡ello era como pretender que el Espíritu de un miembro descendiente
                 del linaje familiar abarcase un día al  Dios Creador, y al Universo entero, para
                 comprenderlo luego con el  Símbolo del Origen!, con otras palabras, ¡ello era


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