Page 42 - El Misterio de Belicena Villca
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blancos, y la Lámpara Perenne, con la Flama de los Atlantes morenos. Pero la
Espada Sabia no jugaría aún su papel: sólo era celosamente conservada, por
tradición familiar, pues se había perdido la facultad de ver el Signo del Origen
sobre la Piedra de Venus. En cambio a la Lámpara Perenne, al Culto a la Flama
Sagrada, se le ofrendaba toda la atención. Así, hubo descendientes que
consiguieron perfeccionar la Divina Flama, aproximándola cada vez más al
Arquetipo ígneo de la Diosa. Y hubo también descendientes que lograron aislar y
aprehender la esencia de lo ígneo, incorporando el Arquetipo del Fuego en la
sangre familiar. Cuando esto ocurrió, algunos antepasados, prudentemente,
abandonaron el Culto de la Flama y se retiraron a un Señorío del Sur de España.
Dejaron la Lámpara Perenne a los restantes familiares, que eran incapaces de
faltar al Culto, y conservaron la Espada Sabia, que para aquéllos no significaba
nada. Por supuesto, quienes quedaron en custodia de la Lámpara Perenne
continuaron siendo Reyes o Sacerdotes porque el pueblo estaba completamente
entregado al Culto de la Diosa Belisana: los que se retiraron, mis antepasados
directos, tuvieron que ceder en cambio todos sus derechos a la sucesión real. No
obstante, mantuvieron algún poder como Señores de la Casa de Tharsis, cerca
de Huelva, en Andalucía.
Fue entonces cuando adoptaron el Barbo Unicornio como símbolo de la
Casa de Tharsis. Al principio representaban aquel pez mítico en sus escudos o
en primitivos blasones, pero en la Edad Media, como se verá, fue incorporado
heráldicamente al escudo de armas familiar. El barbo caballero, barbus eques,
es el más común en los ríos de España, especialmente el Odiel que circulaba a
escasos metros de Tharsis; recibe el pez tal nombre debido a cuatro barbillas que
tiene en la madíbula inferior, la cual es muy saliente. Empero, el barbo al que se
referían los Señores de Tharsis era un pez provisto de un cuerno frontal y cinco
barbillas. El mito que justificaba al símbolo afirmaba que el barbo, desplazándose
por el río Odiel, era semejante al Alma transitando por el Tiempo trascendente de
la Vida: una representación del animal hombre. Pero los descendientes de los
Atlantes blancos no eran como el animal hombre pues poseían un Espíritu
Increado encadenado en el Alma creada: entonces el barbo no los representaba
concretamente. De allí la adición del cuerno espiralado, que correspondía al
instrumento empleado por los Dioses Traidores para encadenar al Espíritu
Increado, vale decir, a la Llave Kâlachakra; naturalmente, el Espíritu Increado
era irrepresentable, y por eso se lo insinuaba dejando sin terminar, en las
representaciones del barbo unicornio, la punta del cuerno: más allá del cuerno, a
una distancia infinita, se hallaba el Espíritu Increado, absurdamente relacionado
con la Materia Creada. Y la barba del barbo, desde luego, significaba la herencia
de Navután, el número de Venus.
Naturalmente, los Señores de Tharsis prosiguieron practicando el Culto a
Belisana pues, hasta Lito de Tharsis, no hubo ninguno que comprendiese la
misión familiar y, además, porque ello estaba establecido y sancionado por las
leyes de mi pueblo. Mas, el objetivo secreto de la misión familiar impulsaba
inexorablemente a sus partícipes a recrear espiritualmente el Arquetipo ígneo, y
eso los marcó con una señal inconfundible: adquirieron fama de ser una familia
de místicos y de aventureros, cuando no de locos peligrosos. Y algo de verdad
había en tales fábulas pues aquel Fuego en la sangre, al principio descontrolado,
causaba los extremos más intensos de la violencia y la pasión: existieron quienes
experimentaron en sus vidas el odio más terrible y el amor más sublime que
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