Page 46 - El Misterio de Belicena Villca
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mismo para existir: era un Dios macho solitario. Con tan aberrante concepción,
                 no debe sorprender que los Golen fuesen también hombres solitarios. Empero,
                 aunque la clave de su conducta esté aquí, no ha de ser tan fácil derivar de ella el
                 principio que los llevaba a practicar entre ellos el onanismo y la sodomía ritual.
                        Por su costumbre de habitar en los bosques, alejados del pueblo, y sus
                 prácticas depravadas, muchos creyeron que los Golen procedían de Frigia,
                 donde existía un Culto antiquísimo a la Abeja macho Bute, el cual también era
                 realizado por Sacerdotes sodomitas:  allí los Sacerdotes se castraban
                 voluntariamente y el templo estaba guardado por una corte de eunucos. Otros
                 suponían que procedían de la  India, donde se conocía de antiguo un Culto de
                 adoradores del falo. Pero los Golen no procedían ni de Frigia ni de la India sino
                 del País de Canaán y no practicaban la castración ni la adoración del falo sino la
                 sodomía simple y llana: habían desterrado a la mujer del mismo modo que su
                 Dios había destronado a todas las Diosas; llevaban una vida solitaria y a menudo
                 excenta de placeres, salvo la sodomía ritual, que representaba la Autosuficiencia
                 de El.
                        Lógicamente, si bien los Golen eran extremadamente tolerantes hacia la
                 forma de los Cultos, y en lo único que no transigían era en lo concerniente a la
                 unidad de Dios en el Sacrificio, se entiende que manifestasen predilección hacia
                 los pueblos cuyos Cultos se personificaban en Dioses masculinos y cierto
                 desprecio por los adoradores de Diosas. A muy corto plazo esta actitud de
                 indiferencia o desprecio, cuando no  de franco rechazo, que los Golen
                 dispensaban a las Diosas, iba a entrar en colisión con la forma tan particular que
                 había adquirido en mi pueblo ibero el Culto a Belisana.


                        Pero ellos contaban, ciertamente, con el apoyo de las Potencias de la
                 Materia. De otro modo no  se explicaría su éxito,  pues en relativamente poco
                 tiempo, consiguieron dominar  a los pueblos de hispania,  e, inclusive, a los de
                 Hibernia, Britania, Armórica y Galia. Pese al creciente poder de los Golen, su
                 siniestra doctrina no hubiera causado ningún daño a los Señores de Tharsis,
                 siempre dispuestos a aceptar todo lo que contribuyese a perfeccionar la práctica
                 del Culto. No fueron los Sacrificios a El Uno los que determinaron la suerte de mi
                 familia sino otra actividad que los Golen realizaban con gran energía: procuraban,
                 por todos los medios, hacer cumplir la segunda parte del Pacto Cultural. Es decir,
                 si bien ya no era necesario hacer la guerra a los pueblos del Pacto de Sangre,
                 puesto que fueron derrotados culturalmente, aún permanecían intactas muchas
                 obras megalíticas de los Atlantes blancos y eso constituía “un pecado que
                 clamaba al Cielo”. “Los  pueblos del Pacto Cultural  faltaron a sus compromisos
                 con los Dioses y esa culpa sería severamente castigada”; sin embargo, y por
                 suerte para ellos, existía una solución: practicar el Sacrificio con el máximo rigor y
                 secundar a los Golen en el cumplimiento de la misión. Con otras palabras, los
                 pueblos nativos debían ahora consagrarse al Sacrificio, sacrificarse y sacrificar y,
                 como recompensa, los Golen los liberarían del castigo Divino ejecutando Ellos
                 mismos la destrucción de las obras megalíticas o su neutralización. Esto sería
                 todo, si no fuese porque los Dioses habían hecho una  advertencia y quien la
                 desoyese arriesgaría ser destruido sin piedad para escarmiento de los hombres:
                 lo que no se iba a perdonar de ninguna manera en adelante, pues la Paciencia de
                 los Dioses estaba agotada, era el recuerdo del Pacto de Sangre y la búsqueda de
                 la Sabiduría. Esto era lo prohibido, lo abominable a los ojos de los Dioses. Pero lo

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