Page 48 - El Misterio de Belicena Villca
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Por “pelasgos” la Historia ha conocido a un conjunto de pueblos afincados
                 en distintas regiones de las costas mediterráneas y tirrenas, de la península
                 egea, y del Asia Menor. Así que, para hallar un origen común en todos ellos, hay
                 que remitirse al Principio de la Historia, a los tiempos posteriores a la catástrofe
                 atlante, cuando los Atlantes blancos instituyen el Pacto de Sangre con los nativos
                 de la península ibérica. En verdad, entonces sólo había un pueblo nativo, que fue
                 separado de acuerdo a las leyes exógamas atlantes en tres grandes grupos: el
                 de los iberos, el de los vaskos, y el de los que después serían los pelasgos. A su
                 vez, cada uno de estos grandes grupos se subdividía internamente en tres en
                 todas las organizaciones sociales tribales de las  aldeas, poblados y Reinos.
                 Aquel pueblo único sería conocido luego de la partida de los Atlantes blancos
                 como Virtriones o Vrtriones, es decir, ganaderos; pero el Nombre no tardó en
                 convertirse en  Vitriones,  Vetriones, y, por influencia de otros pueblos,
                 especialmente de los fenicios, en Veriones o Geriones. El “Gigante Geriones”,
                 con un par de piernas, es decir con una sola base racial, pero triple de la cintura
                 para arriba, o sea, con tres cuerpos y tres cabezas, procede de un antiguo Mito
                 pelasgo en el que se representa al pueblo original con la triple división exogámica
                 impuesta por los Atlantes blancos; con el correr de los siglos, los tres grandes
                 grupos del pueblo nativo fueron identificados por sus nombres particulares y se
                 olvidó la unidad original: las rivalidades e intrigas  estimuladas desde el Pacto
                 Cultural contribuyeron a ello,  acabando cada grupo convencido de su
                 individualidad racial y cultural. A los iberos ya los he mencionado, pues de ellos
                 desciendo, y los seguiré citando en esta historia; de los vaskos nada diré fuera de
                 que temprano traicionaron al Pacto de Sangre y se aliaron al Pacto Cultural, error
                 que pagarían con mucho sufrimiento y una  gran confusión estratégica, puesto
                 que eran un pueblo de Sangre Muy Pura; y en cuanto a los pelasgos, el caso es
                 bastante simple. Cuando los  Atlantes blancos partieron, iban acompañados
                 masivamente por los pelasgos, a  quienes habían encargado la tarea de
                 transportarlos por mar hacia el Asia Menor. Allí se despidieron de los Atlantes
                 blancos y decidieron permanecer en la zona, dando lugar con el tiempo a la
                 formación de una numerosa confederación de pueblos. Sucesivas invasiones los
                 obligaron en muchas ocasiones a abandonar sus asentamientos, mas, como se
                 habían transformado en excelentes navegantes, supieron salir bien parados de
                 todos los trances: sin embargo, aquellos desplazamientos los traerían
                 nuevamente en dirección de la península ibérica; en el momento que transcurre
                 la alianza con los lidios, siglo VIII A.J.C., otros grupos pelasgos ocupan ya Italia y
                 la Galia bajo el nombre de etruscos, tyrrenos, truscos, taruscos, ruscos, rasenos,
                 etc. El grupo de los lidios que convocaron los Señores de Tharsis, aún
                 permanecían en Asia Menor, aunque soportando en esa Epoca una terrible
                 escasez de alimentos; reconocían por las tradiciones el parentesco cercano que
                 los unía a los iberos, pero afirmaban  descender del “Rey Manes”, legendario
                 antepasado que no sería otro más que “Manú” el Arquetipo perfecto del animal
                 hombre, impuesto en sus Cultos por los Sacerdotes del Pacto Cultural.
                        Una vez logrado el acuerdo con los  embajadores del Rey de Lidia, que
                 incluía el consabido intercambio de princesas, decenas de barcos pelasgos
                 comenzaron a llegar a los puertos de Tharsis. Venían repletos de temibles
                 guerreros, pero también traían muchas familias de colonos dispuestas a
                 establecerse definitivamente entre aquellos parientes  lejanos, que tanta fama
                 tenían por su riqueza y prosperidad.  Esa pacífica invasión no entusiasmaba

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