Page 41 - El Misterio de Belicena Villca
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como exigir, al final, la Más Alta Sabiduría, el cumplimiento del mandato de los
                 Atlantes blancos: comprender a la serpiente, con el Símbolo del Origen!
                        No podría asegurarle si esta alucinante propuesta fue el producto de la
                 locura de mis antepasados u obedeció a una inspiración superior, a una solicitud
                 que los Dioses Liberadores hacían a la Estirpe: quizá  Ellos sabían desde el
                 principio que uno de los nuestros llegaría a cumplir la misión familiar y
                 despertaría, como Guerrero Sabio, en el momento justo en que se librase, sobre
                 la Tierra, la Batalla Final. Porque, si descartamos un  acto de locura de los
                 Guerreros Sabios y aceptamos que obraron con plena conciencia de lo que
                 suponían conseguir, no se explica la extrema dificultad de semejante misión a
                 menos que su cumplimiento contribuyese a la Estrategia de la Guerra Esencial y
                 se confiase en la ayuda y la guía invisible de los Dioses Liberadores. Tal vez,
                 entonces, los Dioses Liberadores quisieron  contar durante la Batalla Final con
                 Iniciados capaces de enfrentarse con ellos cara a Cara, y hubiesen decidido
                 dotar a ciertos linajes, como el mío, del instrumento adecuado para ello, esto es,
                 de la comprensión del Arquetipo de los Dioses. Esta necesidad se entiende
                 por medio de una antigua idea que los Atlantes blancos transmitieron a los
                 Guerreros Sabios de mi pueblo: de  acuerdo a esa revelación, los Dioses
                 Liberadores eran Espíritus Increados que  existían libremente fuera de toda
                 determinación material; pero los Espíritus encadenados en la Materia, en el
                 animal hombre, habían perdido el Origen y, con ello, la capacidad de percibir lo
                 Increado: sólo podían relacionarse con lo creado, con las formas arquetípicas;
                 por eso los Dioses Liberadores solían emplear “como ropaje” algunos Arquetipos
                 de Dioses para manifestarse a los hombres: naturalmente, tales manifestaciones
                 sólo tendrían lugar frente a los Iniciados Hiperbóreos, porque sólo los Iniciados
                 serían capaces de trascender “los ropajes”, las formas de los Arquetipos creados,
                 y resistir “cara a Cara” las Presencias Terribles de los Dioses Liberadores. Siendo
                 así, tal vez Ellos habrían querido que un Iniciado de mi Estirpe llegase algún día,
                 presumiblemente durante la  Batalla Final, a ponerse  en contacto con la Diosa
                 Hiperbórea que suele manifestarse a través de Belisana, la que los Atlantes
                 blancos llamaban Frya y los Antiguos Hiperbóreos Lillith.
                        Cualquiera fuese el caso, por locura o inspiración Divina, lo cierto es que la
                 pauta de aquella misión determinó que nuestra familia se consagrase con ardor a
                 la perfección del Culto a la Diosa Belisana. Seguramente esa dedicación tan
                 especial a la práctica de un Culto haya sido salvadora pues, durante muchas
                 generaciones, se creyó que el nuestro era un linaje de Sacerdotes: en verdad, los
                 primeros descendientes en la misión familiar no se debían diferenciar mucho de
                 los más fanáticos Sacerdotes adoradores del Fuego. Sin embargo, con el correr
                 de las generaciones, fueron surgiendo miembros que penetraron más y más en la
                 esencia de lo ígneo.
                        La Diosa Belisana estaba representada, en el Culto primitivo, por la Flama
                 de una Lámpara Perenne de los Atlantes morenos. Las Lámparas Perennes las
                 habían cedido los Sacerdotes para sellar las alianzas de sangre entre miembros
                 del pueblo del Pacto Cultural y del Pacto de Sangre, y como el medio mágico
                 más seguro para imponer el Culto sobre la Sabiduría. De ese modo, entre los
                 iberos de mi pueblo, un Guerrero Sabio contrajo enlace con una princesa ibera,
                 que era también Sacerdotisa del Culto a la Diosa Belisana, y recibió como dote
                 aquella lámpara cuya Flama no se apagaba nunca. Absurdamente, mi familia
                 poseyó entonces la Espada Sabia, con  la Piedra de Venus de los Atlantes

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