Page 422 - El Misterio de Belicena Villca
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malditos Sacerdotes. Sólo mi ignorancia de la Historia, y de los personajes más
oscuros de la Historia, había causado la sensación de extrañeza que experimenté
cuando leí la carta y conocí las intrigas y los planes de los Golen. A punto estuve
más de una vez, y ahora me arrepentía de ello, de dudar de la cordura de
Belicena, de negar la fantástica realidad de los Golen.
–Sí Profesor, le escucho –respondí temeroso de ofenderlo.
–Faltaría ahora –repitió pacientemente– saber si realmente se trataba de
Fenicios, pues en esa Epoca Sidón era una ciudad portuaria, tremendamente
cosmopolita.
Comprendía el interrogante que planteaba el Profesor pero no me
interesaba por el momento profundizar en esa dirección, habida cuenta de todos
los detalles aportados por Belicena sobre el origen hebreo de los Golen. En
cambio una pregunta diferente pugnaba por salir de mi garganta: debía conocer
qué sabía el Profesor sobre la actualidad de los Golen.
–Profesor Ramirez, disculpe si lo interrumpo, pero ¿hay Druidas en esta
Epoca? –pregunté con vehemencia.
Suspiró resignado el viejo profesor.
–Ud. me hace una pregunta muy concreta y trataré de responder en
idéntica forma; pero entienda que no es fácil y deberé ponerlo sobre otros
antecedentes para que pueda juzgar, por sí mismo, la validez de mi respuesta:
porque si bien hay sociedades celtistas y autores dedicados al estudio del
druidismo, sólo se trata de historiadores o diletantes y no de verdaderos Fili. La
verdad habrá que buscarla, entonces, en otra parte.
Durante varios siglos el druidismo pareció eclipsado, específicamente
(como bien dijera Ud. al comienzo de nuestra charla) desde la conversión de los
pueblos celtas al cristianismo. Esta conversión es bien temprana, pues San
Patricio convierte a Irlanda al catolicismo entre los años 432 y 463. Los pueblos
celtas de las Galias estaban en esa Epoca bajo el dominio de dinastías
germanas, las que abrazaban en todos los casos el cristianismo arriano, doctrina
elaborada por el obispo libio Arrio en 318 y condenada por herética en el Concilio
de Nicea de 325. El padre Llorca, en su monumental Manual de Historia
Eclesiástica, dice que, según Arrio: “no hay más que un solo Dios, eterno e
incomunicable. El verbo, Cristo, no es eterno, sino creado de la nada. Por
tanto verdadera creatura, mucho más excelente que las demás; pero no
consubstancial con el Padre. Por consiguiente no es Dios”.
Esta doctrina atentaba contra el “Misterio” católico de la Trinidad por lo que
fue ferozmente combatida por los Romanos Papas.
Sea como fuere, lo cierto es que en la conversión de la nobleza arriana al
catolicismo, sucumbió el pueblo celta que debió aceptar el nuevo dogma, como
anteriormente había aceptado el arrianismo, es decir, por imposición.
El reino Visigótico de España, se vuelve Católico de la noche a la mañana
en el Concilio III de Toledo de 589, con la conversión del Rey Recaredo por parte
de San Leandro. Pero el paso definitivo para la catolización de la galia céltica, ya
lo había dado el ignoto Rey Franco Clodoveo, quien al convertirse en el año 496,
se transforma en un instrumento de la Iglesia para la conquista misionera.
Podría pensarse que los Druidas –de tan ruda oposición a los Dioses
Hiperbóreos Tuatha de Danan en Irlanda– habrían de organizar la defensa contra
la nueva fe (lunar) que desplazaba el antiguo culto (solar) celtíbero del Dios
Beleno (adorado en Grecia también como Apolo) y a la Diosa Madre Belisana.
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