Page 423 - El Misterio de Belicena Villca
P. 423
Pues nada de eso aconteció, ya que los Druidas aconsejaron al pueblo la
conveniencia de abrazar el cristianismo y ellos mismos se hicieron cristianos.
¿Druidas cristianos? Sabios en las leyes ocultas de la naturaleza material;
poseedores de una Ciencia secreta demoníaca; ¿cree Ud. que se habrían
convertido al cristianismo subyugados por esta religión?
El Profesor me miraba intensamente.
–Tal como Ud. plantea las cosas –respondí– estas conversiones me
recuerdan a las de los marranos, o sea esos judíos, que forzados a elegir entre
hacerse católicos o morir aceptaron lo primero, simulando practicar la nueva fe
durante años (o siglos si consideramos que hay familias marranas que aún hoy,
viven una doble vida), pero conservando el rito y las costumbres judías en
secreto.
–¡Bien Dr. Siegnagel! –bramó el Profesor– justamente a eso me refería; a
una conversión fingida como la de los judíos marranos. Si Ud. considera la
pregunta que le hacía antes, al leerle el texto del Oera Linda que sitúa a los
Druidas como oriundos de Sidón, en Fenicia, comprenderá que hay otras
similitudes sospechosas.
El Profesor no dejaba de sorprenderme con su agudeza, planteando las
cosas de tal modo que, como en los diálogos de los Sofistas griegos, las
respuestas brotaban espontáneamente en el interlocutor del Filósofo.
–Sí, –afirmé, fingiendo sorpresa por las consecuencias que adivinaba–. La
relación resulta innegable, Profesor: ¡Judíos y Druidas provenían de Medio
Oriente!
Acompañé el comentario asintiendo elocuentemente con la
cabeza. Este gesto estimuló al Profesor a continuar y, mientras agitaba
briosamente en una mano el libro “El Misterio de los Templarios”, decía en tono
convincente:
–El gran celtista Louis Charpentier, autor de este libro y defensor a
ultranza de los Golen y los Templarios, lo confirma con investigaciones
fundamentadas: los Druidas se refugian en la Iglesia Católica. La oportunidad la
brinda San Benito, personaje de gran sabiduría y santidad que al fundar la Orden
Benedictina con una regla, (Ora et Lavora) que enaltece el trabajo y la oración,
impulsa a la misma al salvataje de la Cultura griega y romana, amenazada de
muerte por la decadencia del Imperio Romano, la barbarie, y la ignorancia
increíble de los Papas.
El punto de contacto se produce con San Columbano, un Fili de Irlanda
dedicado enteramente a convertir los pueblos celtas a la religión católica. Louis
Charpentier no puede ocultar su admiración por la infiltración druídica, cuando
dice: “...San Benito había muerto en el 547, siete años después del
nacimiento de San Columbano. Benito había conservado el tesoro clásico
para la cristiandad; a esta misma cristiandad, San Columbano le iba a hacer
entrega del tesoro celta”.
“San Columbano era un cristiano de Irlanda, país que había abrazado
muy pronto el cristianismo, sin las imposiciones más o menos brutales de
los Emperadores romanos, ni las de los bárbaros que se decían romanos,
como había sucedido en todos los países celtas de pasado druídico. Puede
decirse, sin incurrir en error, que los cristianos de Roma y los de Clodoveo,
hicieron desagradable el cristianismo en las Galias”.
423