Page 432 - El Misterio de Belicena Villca
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Mi único aliado –pensaba al comienzo de la reflexión– es el discernimiento.
                 El me indicará adónde dirigirme, en quién  confiar. Si es que  hay alguna línea
                 filosófica o religiosa afín, él me permitirá descubrirla; él me dirá si es “bueno o
                 malo” y cómo recurrir a ella.
                        Pero el análisis efectuado al cabo de profunda meditación, arrojaba una
                 conclusión escalofriante: a medida que eliminaba posibilidades, todas las
                 organizaciones quedaban en un bando (enemigo) y en el otro nadie.
                        Por más que intentaba polarizar maniqueamente la miríada de Religiones,
                 Sectas, Asociaciones, Sociedades Secretas, Organizaciones, Grupos, Ordenes,
                 Ligas, Hermandades y Fraternidades, no lograba discernir sobre una siquiera que
                 ostentase un rayo de Luz Increada, un destello de la Verdad Primordial del
                 Espíritu. Sin embargo, si todo cuanto afirmaba Belicena Villca sobre el Origen del
                 Espíritu Increado era cierto, si el Espíritu sólo podía experimentar hostilidad hacia
                 este Mundo, hacia la Cultura judaica que hoy predomina en este Mundo, no sería
                 extraño el resultado de mis reflexiones. Por el contrario, sería más bien lógico
                 que estando la Fraternidad Blanca a punto de  realizar la Sinarquía Universal,
                 como en el siglo XIII, no existiese sino  una organización de Iniciados en la
                 Sabiduría Hiperbórea. Sí: del mismo modo que en el siglo XIII el  Circulus
                 Domini Canis se opuso a los planes de la Fraternidad Blanca, quizás ahora
                 existiese únicamente la  Orden de Constructores Sabios del Señor de la
                 Orientación Absoluta.
                        –Entonces, –me decía desolado, sintiendo que una angustia, muy parecida
                 al terror, ascendía desde el estómago hasta la garganta– entonces no debo
                 esperar ninguna ayuda concreta para cumplir mi misión. ¡Estoy librado a mis
                 propias fuerzas! –Me costaba aceptar esto.
                        La misión propuesta por Belicena era claramente una tarea que requería el
                 desempeño de un hombre superior, de alguien dotado con mucho más de lo que
                 Yo contaba en ese momento. Si de algo estaba seguro empero era de que la
                 ayuda espiritual sería imprescindible para cumplir la misión. Pero la ayuda, según
                 mis recientes conclusiones no debía esperarla de las organizaciones humanas:
                 no podía haber intermediarios entre lo espiritual y Yo. Era evidente pues, que
                 la ayuda espiritual tendría que manifestarse directamente en mi interior; que Dios,
                 o los “Dioses Liberadores”,  o mi propio Espíritu, Eterno, Increado, Infinito, si
                 respondían a la solicitud de auxilio, tendrían que hacerlo en lo más profundo de
                 mi intimidad psíquica.
                        Desde hacía rato sentía una especie de ahogo, una opresión en el pecho a
                 la que no daba mucha importancia, pues la atribuía  al tórrido Febrero. Esta
                 presunción pronto se desvaneció, pues las noches de Salta suelen ser bastantes
                 frescas, aún en verano, y ésa no era la excepción. Lo noté de inmediato cuando
                 abrí la ventana: vi el parque tenuemente iluminado por  el crepúsculo de las 4
                 horas, al tiempo que una brisa fría me obligó a cerrar el postigo. Parado junto a la
                 ventana, extrañamente sofocado por  una angustia desconocida, pensé
                 torpemente que en unos minutos más amanecería.
                        Una sensación de soledad cósmica me había embargado poco a poco,
                 sin notarlo, y al fin logró calar hasta el fondo de mi Alma. Por un instante pensé
                 que el análisis anterior me había aislado solipsisticamente del Mundo; o, en otras
                 palabras, que la polarización maniquea a que sometí las organizaciones
                 humanas, había continuado inconscientemente saltando de categorías hasta un
                 enfrentamiento: Yo y el Mundo. Esto podría darse por mi instintivo rechazo de lo

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