Page 437 - El Misterio de Belicena Villca
P. 437
la Eternidad. Ella me secuestró y me retuvo ese instante en la Esfera Increada de
Su Propia Existencia, y me infundió la fuerza volitiva extra que el Espíritu
necesitaba para emprender la misión de Belicena Villca. ¡Qué fuerte e invencible
me sentí Yo entonces! Y, por sobre todas las cosas, comprendí ¡qué libre,
absolutamente libre, era en su esencia el Espíritu Increado, sin límites Creados
para su Existencia Eterna, vale decir, Infinito! Me sentí Yo, Increado, Eterno,
Infinito, Libre, pletórico de Sabiduría; me sentí Yo, y advertí que fuera de mí
habían quedado lo psiquico y lo anímico, la conciencia de la vida cálida, y el
contenido de la vida cálida, la Ilusión externa e interna que causaban el sopor
espiritual; supe de pronto, experimenté su descubrimiento evidente, lo que era el
“Gran Engaño”, sobre cuyo peligroso poder de encantamiento me previniera
Belicena Villca.
Me sentí Yo, y supe del no ser Yo del Alma, en el rapto de inspiración
espiritual que la impresión de la Virgen de Agartha me causaba. Me impresionó
el Espíritu, y la huella aún subsiste, Su Radiante Belleza Increada, la
majestuosidad de Su Poder, Su espléndida Gracia. Vi en Ella a una Diosa, pero
allí en el ámbito del rapto, Yo también era un Dios. Por eso presentí en Ella a una
Gottkamerad, a una Camarada, a una Hermana, a una Compañera de la Raza
del Espíritu; solo que Yo había sido arrebatado momentáneamente de la prisión
en que me encontraba y en cambio Ella era un Espíritu Hiperbóreo
absolutamente libre. Ella se aproximaba a mí, para brindarme el socorro de Su
Gracia, motivada por el Honor, que es la esencia del Espíritu Increado. Eso
también resultaba evidente para mí, en ese instante infinito, y así mi propio
Espíritu, movido por su Honor esencial, pugnaba por dar gracias a la Diosa de
algún modo, por expresar que Su Auxilio no sería en vano, por asegurar que mi
decisión sería inquebrantable. Pero nada llegué a hacer en tal sentido pues la
Diosa sonrió maravillosamente, dándome a entender que comprendía todos mis
pensamientos.
La Virgen de Agartha tenía un ramo de espigas de trigo en Su Mano
Izquierda y un grano del mismo cereal tomado entre los dedos índice y pulgar de
la Mano Derecha. Al tiempo de Sonreír, hizo un gesto con esta mano, que en
principio no interpreté, y la dirigió hacia mí, hacia uno como Ojo de Fuego que
Yo poseía en determinada parte del Espíritu: entonces abrió los Divinos Dedos
y soltó allí la mágica semilla. Y ese acto puso término a la Visión, bruscamente.
Sentí como si un Rayo Helado, entrando por mi cabeza hubiese hecho impacto
en el corazón ; inmediatamente la sensación gélida comenzó a extenderse por el
cuerpo y una parálisis creciente se apoderó de mí. Y me encontré, aún parado en
la habitación, observando estúpidamente cómo todas las cosas comenzaban a
saltar de sus posiciones y el edificio amenazaba derrumbarse. El éxtasis sólo
había durado un instante infinitesimal, según dije, pero después transcurrieron
preciosos segundos hasta que comprendí lo que ocurría en el Mundo,
coincidentemente, simultáneamente, y reaccioné. Entonces, concluyó el sismo,
y noté que también había desaparecido la maldad opresiva que un momento
antes brotaba de la Materia. Por el contrario, la Materia aparentaba hallarse
subordinada a mí. Había una idea que flotaba en el ambiente, fluyendo
igualmente de todas las cosas, que Yo captaba perfectamente y que podría
traducir más o menos así: –Ahora eres un Dios y nada ni nadie podrá
resistirse a Tu Voluntad. ¡Lo ocurrido aquí es una muestra de Tu terrible
Poder!– Este concepto define el “nuevo sentido” que, tal como mencioné al
437