Page 438 - El Misterio de Belicena Villca
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comienzo,  parecía adquirir ahora la Materia  por efecto de la Visión:  existía,
                 pues, la intención manifiesta de conectar causalmente al sismo con mi
                 reciente rapto espiritual . Mas Yo no me dejaba engañar. Intuía en esa idea una
                 trampa de las Potencias de la Materia, una tentación, que por el momento no era
                 clara pero en la cual, más adelante, me detendría a reflexionar con profundidad.

                        Esencialmente, luego, nada había cambiado en mi interior, pero ya nunca
                 volvería a ser el mismo: sólo la relación de fuerzas que mantenían el Espíritu y
                 el Alma se trastocaron por efecto de la fuerza volitiva extra aportada por la Virgen
                 de Agartha. Al recobrar la conciencia sobre la realidad del Mundo, luego de ver la
                 Divina Imagen, mi Yo era capaz de dominar con singular potencia a la naturaleza
                 anímica, de una manera como jamás consiguiera antes, luego de años de
                 prácticas yoguísticas de concentración y control mental; y no estaba dispuesto a
                 perder tal poder, a que se invirtiesen los papeles y el Yo quedase nuevamente
                 sometido a los deseos del Alma. Pero eso no sucedería, podía asegurarlo, pues
                 era evidente que no sólo el Yo salió fortalecido del rapto espiritual sino que el
                 Alma se debilitaba permanentemente en lo que constituía su propia esencia: los
                 sentimientos y emociones, el amor a la vida y a las cosas de la vida, el buen
                 corazón que siempre había manifestado y  que impidió más  de una vez que
                 emplease la violencia para solucionar  los problemas que obstaculizaban mi
                 camino, todas estas cálidas pasiones y muchas más, se enfriaban rápidamente,
                 parpadeaban y se extinguían como la llama de la vela que ha consumido su
                 cebo. Ciertamente, si me viese obligado a sintetizar el nuevo estado de mi ser,
                 diría que era algo muy semejante al renacimiento : sí; no temo afirmarlo, a pesar
                 de ser Médico Psiquiatra y, además, hombre culto. Aunque ello sea inaceptable
                 para la ortodoxia oficial, no podría negar lo que ciertamente experimentaba, y que
                 ya había producido una transformación apreciable en mi conducta: fue notable
                 para casi todos los que me conocían, y es por eso que suponían un shock
                 postsísmico; que Yo “sufría” una especie de regresión psicológica. De pronto me
                 había vuelto “como niño”: “reía por cualquier motivo” y parecía que “ya nada me
                 importaba”, tal los reproches de los amigos y parientes, que revelaban el
                 particular cambio regresivo de mi carácter. Pero también me estaba tornando
                 cruel y despiadado, esto lo sabía Yo mismo mas no me lo reprochaba, pues,
                 como nunca, despreciaba mi vida y la vida en general. Quiero aclarar que “como
                 nunca” significa “como nunca de adulto” ya que, y esto lo conocía
                 profesionalmente, los niños, al igual que Yo renacido, eran capaces de matar
                 sin prejuicios ni remordimientos.
                        Quizás, durante aquel rapto espiritual, en ese instante infinito, muriese
                 realmente y resucitase a su término, lo que implica una paradoja pues no puede
                 terminar lo que no tiene fin, un instante que estaría eternamente presente en mi
                 Espíritu. Siendo así, el cambio infantil del carácter, la fuerza volitiva reforzada, los
                 sentimientos que morían, los deseos  que se apagaban, el corazón que se
                 enfriaba sin remedio, la sensación de renacimiento, la seguridad espiritual de
                 sentirse salvado, próximo a la liberación definitiva de los lazos materiales, todo se
                 explicaría suponiendo que la  verdadera vida espiritual  continuaba en el ámbito
                 del rapto, del que jamás salí ni saldría, es decir, en el Infinito, y que esta aparente
                 vida, vivida al “término” de lo que no puede terminar, era en efecto una forma de
                 muerte, una ilusión espiritual inexistente pero inevitable.  Quizás, en efecto,
                 estaba realmente muerto y por tal condición no temía ya a nada vivo; y mucho

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