Page 436 - El Misterio de Belicena Villca
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Pero no se trataba sólo de un recuerdo siniestro. Yo buscaba ayuda
espiritual y la había recibido. Cierto que el auxilio llegó en coincidencia con el
ataque de las Potencias de la Materia, simultáneamente con el sismo. Mas eso
no le quitaba mérito al hecho sino que lo dotaba de un particular significado, de
un sentido que por el momento no comprendía pero que luego, durante el
viaje a Santa María, absorbería toda mi atención. ¿Qué ocurrió, en realidad?
Pues que Yo había tenido una Visión: la más maravillosa Visión de mi
existencia, que era, a la vez, la ayuda buscada.
Lo sintetizaré cronológicamente. Al parecer, el proceso comenzó
realmente cuando tuve esa intuición de no ser Yo quien sufría y agonizaba,
quien padecía el dolor de la extinción de la vida. Entonces, dije, “todo se
trasladó afuera”. En verdad, en ese instante fue patente para mí que el dolor y
el sufrimiento, la agonía de la vida y la misma vida, eran cosas ajenas, de
naturaleza no espiritual. Vale decir, que en ese instante, había distinguido
claramente entre el Espíritu y el Alma, entre mi Yo espiritual y mi naturaleza
animal. Había comprendido que el Espíritu no conoce el dolor ni el miedo,
sino que es pura Alegría y Valor, puro Honor resuelto, pura Fuerza volitiva.
Y entonces “vivir” o “morir” no significaron nada para mí porque ya me encontraba
más allá de la vida y de la muerte, tal vez más allá, también, del bien y del mal.
Fue allí cuando el Alma, y el Dios del Alma, perdieron la capacidad de actuar
sobre mi Yo y se disolvió una como Ilusión Antigua, se cortó uno como
Encantamiento Primordial: de pronto todo lo anímico y vital, que era
asimismo todo lo maligno, se trasladaron “fuera” de mi Yo, a mi cuerpo
animal y al Mundo donde habita el cuerpo animal. Por primera vez me sentí
Yo, solo Yo; Yo, rodeado por las Potencias de la Materia; Yo, sitiado por el
Dios Creador del Universo. Y entonces, indudablemente como consecuencia de
haber sostenido una batalla contra el Alma, y haber resultado vencedor, se
produjo la Visión y recibí la ayuda buscada. Y sucedieron los fenómenos
telúricos.
No entraré en detalles, que poco contribuirían a la comprensión de mi
experiencia mística, y sólo conseguirían degradarla. En resumen: la visión
correspondía a una Diosa. La Aparición acaeció durante un instante
infinitesimal, no sabría decir si dentro o fuera de mi estructura psíquica, pero lo
efectivo fue que Ella arrobó mi Espíritu. Sí; para comunicar lo acontecido no
puedo hacer otra cosa que conjugar las palabras arrobar y extasiar como verbos
y afirmar que Ella arrobó mi Espíritu, extasió mi Yo y lo sacó fuera del Alma y
del Mundo. Ella me raptó por un segundo del cuerpo, y de la Tierra, y se mostró
ante mi Yo espiritual en toda la magnificencia de su Belleza Increada. Porque
aquel rapto espiritual me revelaba a quien tantas veces mencionara Belicena
Villca en su carta, a la Virgen de Agartha, a la Abogada Carismática del Espíritu
encadenado. Y entonces comprendí, en medio del arrebato místico, que la
Raptora del Espíritu prisionero en la Materia era la Gracia, necesaria, después
de que el Yo del hombre dormido ha luchado contra el Alma y ha vencido: sólo
por su intervención, por la acción de Su Gracia, el hombre dormido
conseguirá mantener esa Victoria contra las Potencias de la Materia; sólo
Ella auxiliará al Yo, carismáticamente, con el aporte de una fuerza volitiva
extra que le permitirá sostenerse independizado del Alma Creada.
Fue un instante sin principio ni fin, porque siempre estará presente en la
intimidad de mi Espíritu, un momento absoluto en el que, sin dudas, me asomé a
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