Page 499 - El Misterio de Belicena Villca
P. 499
Estaba envuelto en furia pues la agresión del Profesor, me había herido en
lo más profundo. Yo era inocente; nada sabía de Marcas ni Signos; estudiaba con
mis esfuerzos puestos en buscar el bien de la patria y eso era sin ninguna duda
un fin noble.
No entendía el odio del Profesor Schaeffer ni su deseo de que me
“exterminaran como una rata”.
–Sin duda está loco –pensaba mientras era arrastrado hasta la puerta por
los alumnos escogidos de Ernst Schaeffer.
–¡Llévenselo! ¡Quítenlo de mi vista! –gritaba completamente fuera de sí–.
¡Es un mentiroso y un homicida! ¡Dice no entender pero en el fondo de su
corazón todo lo sabe, porque él es la imagen de Lúcifer tentador! ¡Su propósito
es destruir nuestra misión con su presencia maldita...!
Minutos después todavía sonaban en mis oídos, las absurdas acusaciones
de Ernst Schaeffer: Homicida, mentiroso, marca infamante, Lúcifer... ¿Dios, qué
es esto?
–¿Estás bien Kurt? –Uno de los “elegidos” me sacudía por los hombros,
tratando de hacerme reaccionar. Lo miré, cegado aún por la furia y el
desconcierto que la actitud del Profesor me había provocado, y recién lo
reconocí. Era Oskar Feil, un buen camarada originario de Vilna, Letonia. Ambos
trabamos amistad en los primeros años del NAPOLA, cuando por nuestro
carácter de “extranjeros” éramos objeto de la burla de nuestros camaradas
alemanes.
–Kurt, tranquilízate –dijo Oskar–. Debo volver al aula, pero tengo que
hablar contigo. Espérame en el gimnasio dentro de media hora.
Lo miré alejarse y sacudí la cabeza tratando de despejarme de esa
pesadilla. No sabía que Oskar formaba parte del grupo seleccionado por Ernst
Schaeffer ni sospechaba sobre qué quería hablar, pero lo esperaría pues él era
uno de los pocos amigos que tenía en Lissa. Sin embargo esa media hora de
espera sería tan larga como un siglo, pues mi estado de ánimo me impulsaba a
irme inmediatamente de allí y retornar a Berlín, asiento de la Flieger H.J.
Luego de lavarme la cara con agua fría y dispuesto a aguardar a Oskar,
me situé en un rincón solitario del enorme gimnasio. Estaba más tranquilo cuando
llegó mi kamerad.
–Hola Kurt –dijo– veo que estás mejor.
–Sí Oskar. Ya pasó todo. Siento haberme descontrolado, pero los insultos
del Profesor no me dejaron otra alternativa. ¿De qué querías hablarme? –
pregunté fríamente, pues ignoraba su posición sobre lo ocurrido.
–Escúchame bien Kurt, –dijo–. Tú eres mi amigo, el único en quien puedo
confiar. He sido elegido por Ernst Schaeffer probablemente por equivocación,
pues nada me une a él y a su grupo. Cada día que pasa, más me doy cuenta que
hay algo raro en todo esto, pero vivo simulando, llevado por el deseo egoísta de
compartir la misión en Asia y obtener el beneficio profesional que reportará a
todos sus miembros. Quisiera hablar con plena confianza contigo para que me
aconsejes, pero debes prometerme que no dirás a nadie lo que te cuente. ¿Lo
harás Kurt? ¿Puedo confiar en ti?
–Sabes que sí Oskar –dije aliviado– ten la seguridad que nadie se enterará
de nuestra conversación ni de su contenido.
499