Page 496 - El Misterio de Belicena Villca
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–¡Heil Hitler! –dijeron al unísono el Profesor Joachim Haupt y Rudolph
Hess, al despedirse intercambiando el antiguo saludo romano, consistente en
alzar el brazo derecho y chocar los talones.
En las escaleras de piedra del Ministerio de Educación y Ciencia se
produjo otra despedida, pero esta vez más dolorosa, pues Papá y Rudolph Hess
se apreciaban profundamente. Las múltiples ocupaciones de Rudolph Hess,
hacían a éste muy difícil concretar otra entrevista, por lo que decidieron
despedirse allí mismo.
–Hasta pronto estimado Reinaldo –dijo Rudolph a Papá, incapacitado por
su habitual timidez de ser más expresivo. –Te echaré de menos. Eres de los
pocos amigos verdaderos que tengo y siempre es una gran alegría estar contigo.
No te preocupes por Kurt, Yo cuidaré de él; como su tutor, seré avisado de
inmediato sobre cualquier novedad que pueda surgir.
–Y tú Kurt –dijo Rudolph Hess dirigiéndose a mí– no dejes de avisarme de
las necesidades o problemas que tengas. Toma esta tarjeta; –me extendió un
rectángulo de cartulina con el águila del Tercer Reich en relieve –puedes llamar
al teléfono que allí figura y solicitar mi presencia o transmitir tu pedido al
Obersturmführer Papp, a quien ya conoces.
Descendió un escalón, según su costumbre de tomar distancia para
observar a sus interlocutores, y nos miró con ojos tristes, mientras en su boca
apenas se esbozaba una sonrisa tímida.
–Hasta pronto familia Von Sübermann, ¡Heil Hitler! –dijo y, previo abrazo
con Papá, partimos en direcciones opuestas.
Empleamos el resto de la semana en adquirir ropa y diversos elementos
que necesitaría para mi internación en el NAPOLA de Lissa. El siguiente lunes,
luego de efectuar la presentación correspondiente a un secretario con uniforme
pardo de las S.A., me despedí de mi padre para comenzar una nueva vida.
Capítulo X
Tres años permanecí en Lissa perfeccionándome en el “Cuerpo
Selectivo”, durante los cuales sólo vi a mi familia en las ocasiones en que podía
viajar a Egipto; esto es, una vez cada año en las vacaciones de verano. A
Rudolph Hess me propuse molestarlo lo menos posible, pero las pocas veces
que llamé al número telefónico que él me diera, no logré hablarle directamente
sino por intermedio del oficial Papp.
De todos modos, nunca fui desatendido en mis escasas solicitudes, a
todas las cuales accedió amablemente dicho oficial. Pero Rudolph Hess era mi
tutor y, por lo tanto, el responsable de firmar las planillas de calificaciones y otros
trámites burocráticos, como corresponde a cualquier padre. Jamás me enteré que
esto no se cumpliera, por lo que Yo suponía que Rudolph Hess habría previsto un
mecanismo automático, por el cual sería informado sobre el desarrollo de mis
estudios. Finalmente verifiqué que esta teoría era correcta.
Para algunas navidades y celebraciones especiales, que la familia Hess
pasaba en la intimidad, fui invitado a estar con ellos, lo que me producía mucha
alegría, pues constituían mi única familia en Alemania.
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