Page 512 - El Misterio de Belicena Villca
P. 512

Rudolph Hess oprimió un botón, obteniendo como respuesta la llegada
                 presurosa de un oficial de custodia. Ordenó a éste que dispusiera que trajeran
                 champagne al importante despacho. El no bebía pero esto era distinto, dijo, pues
                 debíamos brindar por mi graduación y el futuro de Alemania. A continuación se
                 trabó en franca charla con Papá, recordando anécdotas comunes de sus días de
                 estudiante y de Egipto.


                        Así concluyó la etapa de estudiante en mi vida, neffe Arturo. Al volver de
                 Egipto las cosas tomaron otro rumbo y, mientras cumplía con las distintas etapas
                 de entrenamiento en las Waffen              para llegar en 1939 al castillo de
                 Werwelsburg, también pasaba por distintos círculos de la  Thulegesellschaft.
                 Como los sucesos que realmente te sorprenderán, ya que se conectan con tu
                 propia experiencia, ocurren de inmediato, a partir de 1937, trataré de resumirlos
                 con algún detalle. Recién en 1939, al regresar de una misión terrible, infernal, que
                 eso fue la Operación Altwesten, recibí la instrucción que en parte me permitió
                 comprenderlo todo. Los años siguientes, especialmente a partir de 1941, los pasé
                 cumpliendo misiones en el Asia, misiones semejantes a la que había llevado a
                 cabo en la Operación  Altwesten y análogas, también, a la  misión esotérica
                 realizada por Rudolph Hess con su histórico vuelo a Inglaterra en 1941; misiones
                 de la misma característica estratégica que la cumplida por Belicena Villca y su
                 hijo Noyo, es decir, misiones de diversión táctica para confundir y desviar al
                 Enemigo; pero misiones que  requieren para su ejecución la previa Iniciación
                 Hiperbórea de sus agentes.
                        Pero esta parte del relato la dejaremos para después. Son las 12 y 30 hs. y
                 la buena de Juana ya debe tener listo el almuerzo.


                 Capítulo XIII


                        Efectivamente, un instante después entró la vieja trayendo en una bandeja
                 un apetitoso puchero criollo. Chiquizuela, chorizo colorado, tocino, garbanzos,
                 porotos, papas, zanahorias, puerro, cebolla y choclos, todo hervido y humeante,
                 acompañado de aceite, vinagre y mostaza.
                        El último relato de tío Kurt me llenó de expectativas y curiosidad. Mientras
                 untaba los choclos con la amarilla manteca casera no dejaba de pensar en las
                 particulares experiencias vividas por tío Kurt en el Tercer Reich y en especial su
                 predestinada relación con Rudolph Hess,  extraño lugarteniente de Adolf Hitler.
                 Ese período de la Historia reciente,  que va de 1933 a 1945, a mí como a la
                 mayoría de los que nacimos luego de la guerra, se me escapaba en su dinámica
                 vital. Los aliados, vencedores en una guerra que es, sin exageración, la más
                 grande que recuerda la Historia Universal, nos presenta una imagen pueril de las
                 naciones perdedoras y de la Epoca anterior a la guerra. Los voceros de la alianza
                 vencedora, imposibilitados moral e intelectualmente de rebatir con argumentos
                 tan siquiera creíbles a las Grandes Ideologías Nacionalistas de la preguerra,
                 recurren al irracional sistema de utilizar la mentira, la calumnia, la desinformación,
                 etc. Con la aviesa intención de confundir y desvalorizar el significado de las
                 palabras, se denomina, por ejemplo, “Fascista” a cualquier tiranuelo

                                                         512
   507   508   509   510   511   512   513   514   515   516   517