Page 545 - El Misterio de Belicena Villca
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Tío Kurt me había alcanzado un artículo de la Enciclopedia Británica,
idéntico al que Tarstein le hiciera leer en Alemania, en 1937. Considerando lo que
había aprendido últimamente sobre los Druidas, desde que éstos asesinaran a
Belicena Villca, y luego de leer su carta y recibir las explicaciones magistrales del
Profesor Ramirez, es natural que compartiese el criterio de Konrad Tarstein, en el
sentido de que aquel artículo era sumamente resumido y ambiguo para justificar
su inclusión en una obra tan prestigiosa: la primera edición de la Enciclopedia
Británica databa de 1771, por lo que cabía esperarse que en 1930 hubiesen
reunido suficiente material sobre los Druidas como para componer un artículo
más extenso y completo. Pero resultaba obvio que los ingleses no deseaban
profundizar sobre la historia de unos antiguos y olvidados Sacerdotes, que
podían matar hoy mismo con renovada eficacia.
–En la segunda visita que hice a Konrad Tarstein –recordó tío Kurt–
aprobó mis razonamientos y me aseguró que lo ocurrido en el artículo era el
hecho más común, y que deseaba alertarme sobre ello; por eso me lo había
dado: para ponerme sobre aviso de que una increíble conspiración europea
negaba la información o la distorsionaba, con la finalidad de evitar que miradas
indeseables pudiesen caer sobre un tema que las más poderosas fuerzas
sinárquicas estaban interesadas en ocultar. Y me volvió a alertar sobre la, por
entonces incomprensible, circunstancia de que Yo constituía la presa que Ellos
se propondrían cazar.
En fin, neffe; con respecto a la información era fácil comprobar que
Tarstein estaba en lo cierto y que no admitía una explicación sencilla de la
ocultación druídica que se efectuaba en Inglaterra. Esto saltará a la vista si
realizas una comparación esclarecedora. Por ejemplo, lee el artículo “Druida”
del Diccionario Enciclopédico de Montaner y Simón, el cual está editado en
Barcelona a fines del siglo XIX, y no te quedarán dudas de que la publicación
inglesa está afectada por un extraño raquitismo, aunque en el ensayo español se
advierte el mismo propósito de dejar bien parados a los Druidas.
Acto seguido, tío Kurt puso en mis manos el Tomo VII del Diccionario
Enciclopédico, obra en 25 tomos que indudablemente tenía menor envergadura
que la Enciclopedia Británica. Busqué el artículo aludido y leí:
DRUIDA (del lat. druida; del címrico druiz o deruiz, de dervo, encina):
m. Sacerdote de los antiguos galos y britanos.
– Druida: Hist. Mucho se ha discutido sobre la etimología de la
palabra druida. Los etimólogos han acudido hasta a los diccionarios hebreos
para ver si en ellos hallaban algo que les diera alguna idea sobre ella. El
nombre de druida es un apelativo como la mayor parte de los sustantivos
radicales de todas las lenguas. En lengua gala draoi o druidas significa
adivino, augur, mago, y druidheatch adivinación y magia. Se ha dicho
también que esta palabra se deriva de la voz griega δρυς que significa
encina, porque habitaban y enseñaban sus doctrinas en los bosques, y
porque, como dice Plinio el Viejo, no hacían sus sacrificios sino al pie de
una encina; pero esta etimología, aunque tenga en su favor la razón de la
antigüedad, puesto que es de los tiempos de Plinio, no por eso deja de
parecer puramente caprichosa, pues no es muy natural que los druidas
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