Page 602 - El Misterio de Belicena Villca
P. 602

–Míre la brújula. Hacia allá está el Este, de donde venimos. ¿Recuerda el
                 gran lago que vimos ayer con los prismáticos, y que convinimos en que no podía
                 ser otro más que el Kuku Noor? Pues bien, la orilla Este de ese lago da al valle
                 de Tsinghai, entre los montes Nan Chan al Norte y la cordillera Kuen Lun al Sur.
                 ¿Conoce la distancia entre el lago y los montes Kuen Lun?  Si quiere puede
                 consultar el mapa.
                        –Considerando que la cordillera Kuen  Lun se extiende paralelamente de
                 Este a Oeste, creo que hay unos 30 km. entre el lago y su extremo oriental, la
                 cadena Amne Ma-Chin; –dije  de memoria– y entre la orilla Este y el extremo
                 occidental de la Kuen Lun, la cadena Altyn Tagh por ejemplo, en cambio hay
                 unos 1.000 km.
                        –¡Eso es! –confirmó triunfalmente–.  Ahora mire hacia el Sur con los
                 prismáticos ¿Reconoce esos montes, a no más de quince kilómetros?
                        –¡Son los Altyn Tagh! –exclamé estupefacto– ¡El extremo Oeste de la
                 cordillera Kuen Lun!
                        –¿Y a Ud. le parece, Von Sübermann, que desde ayer a hoy pudimos
                 recorrer 1.000 km.?
                        –¡Nein!
                        –Ahora va siendo Ud. razonable –aprobó–. Le diré cuánto anduvimos, ya
                 que he efectuado un cálculo preciso:  sólo veinticinco kilómetros.
                 ¿Comprende?  Hemos unido en sólo 25 km. dos lugares que normalmente
                 están separados por 1.000 km.  ¿Qué ocurrió con la distancia normal? ¿Se
                 acortó? Tome conciencia, Von Sübermann:  en el planeta que nosotros
                 nacimos y estudiamos, el lago Kuku Noor no se encuentra a 25 sino a 1.000
                 km. de los montes Altyn Tagh. ¡Este lugar es Tíbet y China a la vez!
                        Ante aquella realidad tangible,  de hallarnos frente a los montes  Altyn
                 Tagh, en el Oeste de la cordillera Kuen Lun, se aclaraba inesperadamente el
                 significado del nombre clave  Altwestenoperation, que entendíamos como
                 Operación Viejo Oeste: ingeniosamente, habían cortado la palabra China Altyn
                 para formar la voz alemana Alt, viejo. Pero entonces, casi al final de la aventura,
                 se comprendía el sentido verdadero: la nefasta misión se llamaba en verdad
                 “Operación  Altyn Tagh”. Pensé tontamente en esto, mientras Von Grossen
                 insistía en plantear la necesidad de revisar la Estrategia de la Operación Clave
                 Primera: él, que una semana atrás me obligara a emplear la facultad del Scrotra
                 Krâm y a lanzar los perros daivas tras las huellas de Schaeffer, afirmaba ahora la
                 necesidad de revisar la Estrategia propia: ¡Wahnsinn!
                        Comenzamos a hablar apartados del resto de la caravana, pero los tres
                 oficiales   se fueron acercando en silencio y ahora estábamos rodeados por
                 ellos. Von Grossen suspiró y me puso paternalmente una mano en el hombro.
                        –Fíjese en los tibetanos –indicó–. ¿No le parece insólita su expresión? –En
                 efecto, aquí Von Grossen no exageraba: la actitud de los monjes kâulikas era
                 indudablemente fuera de lo común. La natural e imperturbable tranquilidad había
                 desaparecido y se los notaba nerviosos y alarmados. ¡Aquellos guerreros, que no
                 vacilaron frente a un enemigo cien veces superior, se revolvían incansablemente
                 para vigilar todas las direcciones, como si esperasen que el mismo Satanás fuese
                 a irrumpir a sus espaldas! No reparé  antes en ello porque los perros atrajeron
                 toda mi atención, como me reprochara Von Grossen.
                        Maldije por dentro y sólo musité:
                        –Es curioso...

                                                         602
   597   598   599   600   601   602   603   604   605   606   607