Page 655 - El Misterio de Belicena Villca
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las Sociedades Secretas de la Sinarquía; y por consiguiente, no habrá
                 constitución de la Sinarquía. Sin lugar a dudas, Ernst Schaeffer, u otro mentecato
                 semejante, será delegado por los Demonios para hacer oír sus condiciones en
                 Occidente: y en esas nuevas condiciones se exigirá la eliminación de Ud. y
                 de todos los que como Ud. son portadores del Signo del Origen que ellos
                 no pueden soportar.
                        La Sinarquia Universal del Fin de  los Tiempos debe ver a los Dioses
                 Traidores enseñorearse en el Mundo, como en los días de la Atlántida, codo a
                 codo con los Grandes Rabinos del Pueblo Elegido: pero eso no lo podrán hacer
                 mientras en el Mundo haya hombres espirituales que levanten el estandarte
                 del Origen, que hablen con las Runas de Wothan. De allí que podamos afirmar
                 sin temor a equivocarnos que la Operación Clave Primera  ha sido un éxito:
                 hemos llevado un Iniciado con el Signo del Origen a La Brea, frente a la Puerta
                 de Bera y Birsa de Chang Shambalá; y lo hemos rescatado para la Estrategia del
                 Tercer Reich. En una palabra, hemos infligido al Enemigo el más grande desafío
                 en su propio terreno: es imposible que ahora quiera otra cosa más que la
                 venganza. Y sus represalias ya no serán de orden diplomático o político, ya no
                 propiciará pactos secretos que avalen golpes de Estado o intrigas palaciegas: el
                 Tercer Reich deberá prepararse para resistir un formidable potencial militar.
                        Y en cuanto a Ud., Lupus: demás está decirle lo que representa para
                 nosotros. Contar con Ud. significa disponer de  ventaja estratégica para la
                 ejecución de los planes de la Orden Negra. En base a esto deberíamos tratar de
                 preservarlo de todo peligro; sería lo más lógico. Sin embargo haremos todo lo
                 contrario: no descuidaremos de su seguridad, pero tampoco impediremos que
                 Ud. cumpla su misión,  la misión que le fue encomendada por los Dioses
                 cuando lo señalaron con el Signo del Origen  . ¡Seguirá, pues, corriendo
                 riesgos! ¡Estudiaremos cuidadosamente sus futuras operaciones y lo enviaremos
                 a cerrar, con su Signo Divino, las Puertas del Infierno! Ahora sabemos que Ud.
                 puede hacerlo ¿lo hará?
                        Los dieciséis pares de ojos me taladraban el cerebro. Miré a Rudolph
                 Hess, casi un padre para mí ¿qué podía negarle a él? Y a Konrad Tarstein, mi
                 Instructor Hiperbóreo, el Sabio que me revelara tantos secretos ¿qué no le daría
                 Yo a él, que nada necesitaba ni pedía para sí? Y a los restantes Iniciados, los
                 Arquitectos Secretos de la Nueva Alemania, los Jefes  de la Orden Negra  :
                 negarles algo a ellos era negarse a servir  a la patria. En ese momento, neffe
                 Arturo, mi respuesta sólo podía ser una:
                        –¡Heil Hitler! –grité, y levanté  mi brazo derecho para asentir
                 inequívocamente. Mi respuesta, neffe, y  eso lo comprendieron todos, era un
                 juramento, un voto de Caballero  .


                        Cuando todos se retiraron, media hora después, y sólo quedábamos el
                 anfitrión, Rudolph Hess y Yo en la  Gregorstrasse 239, nos despedimos de
                 Tarstein y partimos en el Mercedes. Igual que antes, Yo manejaba y Rudolph
                 Hess permanecía en el asiento trasero.  Ansiaba saludar a Ilse y descarté que
                 iríamos a la casa de Rudolph, pero éste me advirtió enseguida “Al Hotel
                 Kaiserhof”. Lo miré por el espejo retrovisor, sin comprender.
                        –¿No adivinas quién nos espera allí? –preguntó, mientras sonreía
                 burlonamente. Temblé al preguntar:

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