Page 654 - El Misterio de Belicena Villca
P. 654
había algo que sí comprendía, y en lo que no me equivocaba: la causa de todos
mis males, que hasta ayer consideraba un maravilloso privilegio, era el
inaprensible Signo del Origen. ¿Distinción de los Dioses o Estigma? Frente a mí,
los hombres más importantes del Tercer Reich decían contar conmigo, y con mi
Signo, para llevar adelante los planes del Führer. Pero, y eso sí lo iba
comprendiendo ahora, las más terribles Fuerzas del Infierno, Fuerzas que Yo
había visto de cerca en el Tíbet, me consideraban a priori su enemigo mortal
y desarrollarían contra mí un ataque inimaginable.
Alegóricamente hablando, tal situación, la única situación que tal vez
comprendía, era que el Tercer Reich se aprestaba a marchar sobre el Mundo,
como una ciclópea falange, y que Yo desempeñaría entonces la función de
abanderado. Sí, sería el portaestandarte del Tercer Reich, y la bandera que
enarbolaría sería el Signo del Origen, el Signo de Lúcifer, el Signo de Wothan, el
Signo de Shiva, mi Signo. Y, como en todo ejército en operaciones, el Enemigo
trataría de conquistar las banderas, nuestros estandartes, procurando abatir sin
previo aviso al abanderado, tratando de quitarle la Insignia Sagrada del Espíritu,
tratando de quitarle la vida, tratando de quitarle el estandarte, tratando de quitarle
mi vida, tratando de quitarle mi Signo.
No protesté por el comentario de Ave Fénix, y éste prosiguió:
–Estimado Lupus: Ud. no debe a nadie su “salvación” más que a Sí Mismo.
¿Se olvida que si hubo Operación Clave Primera, y perros daivas, ello ocurrió
porque previamente existía un Iniciado Kurt Von Sübermann, que portaba el
Signo del Origen ? Los perros daivas, y Ud., son la misma cosa, porque sin Ud.
no habría perros daivas ni Signo del Origen, o de Shiva, ni nadie capaz de
colocar su Yo más allá de Kula y Akula. El Demonio Bera lo atacó con la furia
de un vîmâna y Ud. cree que se salvó “gracias” a los perros daivas: ¡pues sepa
que es su propia inseguridad, su falta de fe en Sí Mismo, su incomprensión de
la situación, la causa de que aliente tan errónea convicción! ¡Porque si fuese Ud.
en realidad el Iniciado que debe ser, seguro de Sí Mismo frente a la Muerte, y
más allá de la Muerte, hasta el Origen, sabría sin dudar que su Signo lo ha
tornado invulnerable al ataque de cualquier Ser Creado, aún el Dios más
poderoso! ¡si se encontrase solo, frente a los Demonios Bera y Birsa, u otros
semejantes, y Ellos le aplicaran todo el Poder del Dordje sobre el corazón, Ud.
quedaría fácilmente fuera de su alcance situándose más allá de Kula y Akula, en
el Origen, o creando con un tulpamudra sus propios perros daivas, o
“caballos daivas” lungpa, o cualquier ilusión por el estilo !
–¡Está bien! ¡Está bien! ¡Me rindo! –propuse, sonriendo tristemente; y
antes de que los reclamos de los Iniciados de la Orden Negra se volvieran
incontestables–. Me esforzaré en comprender sus puntos de vista –prometí–.
¿Verdaderamente creen que esos malditos Inmortales no sólo me atacaron a
muerte sino que cerraron la Puerta de su Guarida?
–Así es, Lupus –terció Tarstein–. Le diré lo que ha sucedido, de acuerdo a
la visión coincidente de todos los Iniciados aquí presentes. En principio, y esto lo
sorprenderá, tenemos motivos para pensar que Ernst Schaeffer no murió en La
Brea. Y si hubiese muerto durante el ataque, estamos seguros de que los
Inmortales lo resucitarían. ¿Para qué? Para que regrese a Europa a buscar su
cabeza. Jamás, entiéndalo bien, Lupus, porque en esto le va la vida, Ellos jamás
van a permitir que exista alguien como Ud. en una sociedad sinárquica. Por el
contrario, estando Ud. de por medio no habrá pacto entre la Fraternidad Blanca y
654