Page 662 - El Misterio de Belicena Villca
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“Yo llevaba ya cuatro años preso en compañía de lunáticos y a merced de
                 sus torturas, sin poder informar a nadie de ello, y sin poder convencer al enviado
                 suizo de la verdad de cuanto ocurría,  por no hablar de mi incapacidad para
                 instruir a los lunáticos  sobre su estado. Era peor que estar en manos de
                 criminales, pues éstos, al menos, tienen algo de razón en algún oscuro rincón de
                 su cerebro, algún sentimiento en algún oscuro rincón de su corazón, y un poco de
                 conciencia. Con mis lunáticos, esto  quedaba totalmente descartado. Pero los
                 peores eran los médicos, que empleaban sus conocimientos científicos para las
                 torturas más refinadas. En realidad, Yo  carecí de médico durante esos cuatro
                 años, pues quienes se daban a sí mismos ese nombre no tenían otra misión que
                 ocasionarme sufrimientos y, en todo  caso, agravarlos. Igualmente, permanecí
                 todo ese tiempo sin medicinas, porque  lo que me daban bajo ese nombre no
                 hacía sino servir a la misma finalidad y, además, era veneno.”
                        “Delante de mi jardín paseaban de un lado a otro locos, o drogados, con
                 fusiles cargados, me rodeaban locos en la casa, cuando salía a dar una vuelta
                 iba precedido y seguido de locos, todos con uniforme del Ejército británico, y nos
                 cruzábamos con columnas de internos de un manicomio cercano que eran
                 llevados a trabajar. Mis acompañantes manifestaban compasión hacia ellos y no
                 advertían que pertenecían a la misma columna; que el Doctor que dirigía el
                 Hospital y, al mismo tiempo, dirigía el manicomio, debería haber sido su propio
                 paciente durante largo tiempo. No se daban cuenta de que ellos mismos eran
                 dignos de compasión; y no se daban cuenta porque estaban, todos, drogados e
                 hipnotizados. Yo les compadecía sinceramente; personas honradas se veían allí
                 convertidas en criminales.”
                        “Sin embargo, ¿qué les importaba esto a los judíos? Les importaba tan
                 poco como el Rey de Inglaterra y el pueblo británico. Porque los judíos estaban
                 detrás de todo aquello. Si no hubiera bastado para  demostrarlo la simple
                 probabilidad lo habría demostrado lo que voy a relatar. Se me había entregado un
                 libro escrito por un judío sobre el trato que había sufrido en Alemania, así como
                 informes de los Consulados británicos sobre el trato dispensado a los judíos en
                 Alemania según la descripción de los propios judíos. El Doctor Dix dijo que mis
                 manías obsesivas eran consecuencias de  remordimientos por el trato a los
                 judíos, del que Yo era responsable, a  lo que respondía que no había sido mi
                 competencia decidir el trato a aplicar a los judíos. Sin embargo, de haber sido así,
                 hubiera hecho todo lo posible para  proteger a mi pueblo de aquellos
                 criminales y no habría sentido remordimiento por ello. El Teniente A.C., de
                 los Guardias Escoceses, que estaba conmigo para mi protección en nombre del
                 Rey, me dijo un día: «Está Ud. siendo tratado igual que como la Gestapo trata a
                 sus enemigos políticos». El Doctor Dix  y el enfermero, sargento Everett, se
                 hallaban presentes y asintieron con una sonrisa. Como se habían apartado del
                 papel que tenían asignado ya que siempre se afirmaba que mis sufrimientos eran
                 imaginarios, el médico y el oficial fueron relevados poco después.”
                        “En mi nota de protesta del 5 de Septiembre de 1941, mencionaba la
                 expresión utilizada por A.C., de los Guardias Escoceses, y añadía que era típico
                 de los judíos afirmar que sus enemigos hacían lo que hacían por ellos mismos,
                 sin que los judíos les diesen motivos, y cargarles a sus enemigos los crímenes
                 que en realidad ellos acostumbraban a cometer. El Obispo húngaro Prohaska lo
                 había descubierto ya tras la dominación bolchevique de Hungría de 1919. Informó
                 que durante aquel período camiones cargados de cuerpos mutilados eran

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