Page 682 - El Misterio de Belicena Villca
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el Papa Inocencio IV propuso enviar una embajada al Emperador mongol: del
Concilio de Lyon emanarían las directivas seguidas por el monje franciscano
Juan de Plan-Carpín y los frailes Benito de Polonia y Esteban de Hungría,
quienes en 1246 llegarían a Mongolia luego de atravesar Rusia. Y sí la contra-
alianza sinárquica no se concretó entonces fue porque Oegodeï había muerto y a
Guyuk, su sucesor, no convencieron para nada las cartas del Papa, de quien lo
advirtiera su abuelo Gengis Khan.
Más adelante la Santa Sede enviaría a Fray Ascelín con idéntica misión de
convencer a los mongoles de las bondades de la Sinarquía y el mismo San Luis
mandaría Caballeros a Mongolia, pero sólo a solicitar ayuda contra los árabes:
fueron representantes de San Luis, entre otros, Andrés de Longjumeau y el fraile
Guillermo de Rubrouck. Estos partieron en 1253 y llegaron hasta Karakorum por
la Ruta del Mar Negro, pero también fracasaron porque entonces reinaba Mongka
Khan a quien Sartac, bisnieto de Gengis Khan y cristiano nestoriano, había
aconsejado en contra del Papa de Roma.
El Papa Nicolás IV, presionado por la Orden de Predicadores, envía a
Bagdad al domínico Ricold de Monte-Croix, el que establece un trato fructífero
con los mongoles y consigue fundar un Monasterio en Marghah. Como producto
de esta embajada surge el viaje del Obispo turco Raban Coma a París en
representación del Rey mongol de Persia, Argún. Reinaba entonces en Francia el
nieto de San Luis, Felipe el Hermoso, acérrimo gibelino y partidario del Imperio
Universal, y por eso la alianza tiene esta vez posibilidades de prosperar. Sin
embargo, pese a mantener una conexión diplomática permanente con Mongolia,
Felipe el Hermoso no llega a concretar el proyecto debido a la caída de San Juan
de Acre en 1291, a manos de los mamelucos del Sultán Al-Achraf, que traería a
Europa a los Templarios. Felipe el Hermoso deseaba ser Emperador Universal
como Federico II de Suabia, pero eso sólo sería posible si antes terminaba con el
poder de los Templarios y los Papas; los terribles enfrentamientos que sostuvo
con Bonifacio VIII y la complejísima tarea de desmontar la infraestructura de la
Orden del Temple lo mantendrían ocupado hasta su muerte. Quizás la
oportunidad histórica de Federico II aún estaba presente en tiempos de Felipe el
Hermoso, pero éste careció de tiempo material para consolidarse en Europa y
unirse a las fuerzas espirituales de Asia.
En síntesis, Lupus, todo esto prueba que existía un gran movimiento
esotérico entre Europa y Mongolia-China mucho antes de la publicitada y
folletinesca peripecia de los comerciantes venecianos Polo en el siglo XIV: la de
ellos sólo fue una lucrativa aventura materialista, carente de todo contenido
trascendente, y sin dudas debido a eso se la pone en primer lugar. Se ha tratado
por los habituales métodos oscurantistas de ignorar lo que no se desea aceptar
como real, de negar o no responder a la inquietante cuestión del poderío militar
de los mongoles: su superioridad táctica, al arrasar invariablemente a las
formaciones medievales, es innegable pero ha causado un trauma colectivo a los
europeos. ¿De dónde puede proceder la superioridad de una Estrategia sino del
Espíritu, de una Inteligencia lúcida y un Valor sin límites? Si los mongoles fuesen
los bárbaros que se pretende jamás habrían pasado de los Urales. Pero de
nosotros también dirán que fuimos bárbaros y que comíamos carne humana; o
quien sabe que barbaridades más. No olvide que hemos actuado de manera
semejante a los mongoles de Gengis Khan, y contra el mismo Enemigo, y
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