Page 684 - El Misterio de Belicena Villca
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Tarstein no se amilanó y decidió responder con ironía a mis desplantes,
                 pero con similar dureza.
                        –¡Muy sagaz, Lupus! Pero es que efectivamente no volveremos a vernos
                 en esta vida, a pesar que muy pronto nos reuniremos en la Batalla Final: ¡así de
                 ambiguo es el Destino de los Tulkus! Me resultaba muy difícil comunicarle esto,
                 créame, pero me alegra que Ud. haya ido  al grano. Ahora le diré francamente
                 cual es la situación: Ud. aún es un oficial   y debe cumplir las órdenes como
                 todos. Y sus órdenes son: huír de Alemania de inmediato y ocultarse en la
                 República Argentina, donde vive su Hermana.
                        –¡No! –grité, interrumpiendo las directivas–.
                        Ustedes no pueden hacerme esto. Yo he cumplido con todo cuanto se me
                 ha ordenado hasta ahora, con toda la lealtad y el valor que he podido, pero estas
                 órdenes son excesivas. Prefiero mil veces morir antes que sobrevivir en un
                 Mundo dominado por los judíos. No es falta de valor, no es deslealtad, es asco,
                 Camarada Tarstein, simple repugnancia y horror a vivir en un Mundo sin Honor,
                 donde no flameen en ninguna parte nuestros estandartes: desde la infancia en
                 Egipto, cuando me incorporé a la Juventud Hitleriana, he respirado sin cesar la
                 Mística del Nacionalsocialismo; ¡nadie nos preparó para esto! No, Camarada, no
                 fuimos hechos para ser derrotados por las fuerzas infernales y sobrevivir bajo su
                 imperio. Hace un momento, abrigaba la esperanza que se me permitiese ser
                 evacuado al Refugio del Führer-Tulku, como Ud. le llama; pero ahora Ud. me deja
                 helado con sus órdenes de ocultarme en la Argentina. He sido oficial  , he sido
                 Iniciado, he desarrollado facultades asombrosas, pero ahora veo que sólo he sido
                 un instrumento del Destino, un juguete de los Dioses. ¿Y sabe por qué me siento
                 así? Porque, a pesar de todo lo que he sido y he hecho, la verdad es que Yo no
                 comprendo nada, del mismo modo que no puedo ver el Signo que soy Yo Mismo
                 y que Uds. tanto admiran. Y menos comprendo esta condena a sobrevivir a la
                 destrucción del Tercer Reich. ¡Se lo suplico, Camarada Tarstein, si no es posible
                 que parta con Uds. junto al Führer, pídame la muerte, concédame la autorización
                 para morir con Honor, o hágame matar!
                        –Vea Kurt, se pone Ud. difícil y deberé interrumpir la exposición de sus
                 órdenes para aclararle algunos puntos. Primero, y principal, ya le advertí que,
                 desde ahora,  los partidarios de la Sabiduría Hiperbórea deberán definir a
                 cuál realidad se refieren: si a la realidad del Führer muerto o a la realidad
                 del Führer vivo. Y le anticipé que los que elijan vivir en la primera realidad serían
                 considerados traidores por la Orden Negra. Ud., mi estimado Kurt, al plantearme
                 el caso de la supervivencia en un  Mundo donde el Tercer Reich ha sido
                 derrotado, está participando de la primera realidad. Por supuesto, no voy a hacer
                 de esto un silogismo y a concluir que Ud. es un traidor porque sé que no lo es.
                 Solo que, en efecto, “no comprende la situación”, acusación que, según me ha
                 dicho, ya le han hecho otras personas. Pues  Yo le aclararé la situación de tal
                 modo que no le queden dudas: Ud. no se va a quedar en el Mundo que imagina
                 como un condenado, sino que va a actuar como agente secreto de la Orden
                 Negra      en un  Mundo efectivamente judaico; y va a actuar como
                 representante del Führer vivo, como su quintacolumna, como un Iniciado
                 infiltrado en territorio enemigo, nada diferente a las misiones que ha
                 cumplido hasta ahora. Hágame caso, Kurt, Lupus, ¡no crea en la caída del
                 bunker y el suicidio del Führer! Es la única manera en que podrá cumplir
                 sus órdenes.

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