Page 681 - El Misterio de Belicena Villca
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exponían a esas mujeres bautizadas a toda suerte de tentaciones y pecados. Tan
cruda realidad impresionó aún a los no demasiado virtuosos sarracenos, y el
prestigio de los Templarios cayó más abajo que nunca.
Desde luego, que el Emperador buscaba con tales denuncias que los
Templarios perdiesen la paciencia y le ofreciesen una excusa para librarles
batalla. Y su táctica dio resultados porque éstos intentaron asesinarle y aquél
respondió atacando la Casa del Temple y el Castillo “Chatel-Pélerin”. Y si no
acabaron todos exterminados por las iras de Federico II, que previsiblemente no
tardaría en llamar en su ayuda a los árabes, fue porque recibió la puñalada por la
espalda de saber que su suegro Juan de Brienne estaba invadiendo Sicilia por
mandato del Papa Gregorio IX y que su hijo Enrique II, Rey de Alemania, lo
traicionaba apoyando a los güelfos. Aquellas malas noticias lo obligaron a
regresar a Sicilia donde, con tropas muy superiores, venció al Papa y lo obligó a
que le levantara la excomunión, marchando luego a Alemania donde depuso a
Enrique y lo reemplazó por el niño Conrado IV.
En los años siguientes hizo construir el Castillo del Rey del Mundo por los
Iniciados Hiperbóreos y soterró la Piedra que Ud. ha localizado ahora Lupus.
Pero tenga presente que Federico II fue también un Tulku, cosa que todos
aceptaban en su tiempo puesto que el pueblo jamás se resignó a su muerte y
aguardó “su regreso” durante siglos. ¿Y dónde suponían los gibelinos que había
viajado el Emperador? Pues nada menos que al Reino del Preste Juan, vale
decir, al Reino de Gengis Khan, el Gran Emperador de Catay, K'Taagar o
Agartha: el mítico Reino de Catigara, al que se situaba “en China”.
En la Epoca de Federico II, el Gran Khan era también el Gran “Can”, es
decir, el Señor del Perro, el Guardián de la Piedra del Cielo, el Rey del Imperio
Universal “del Este”, tal como le mencionara Yo hace varios años, con motivo del
vuelo de Rudolph Hess a Inglaterra. Cuando Federico II “partió”, después de
1250, y especialmente durante el Interregno, cientos de trovadores y juglares
cantaban coplas en las que se narraba el viaje del Emperador al Reino del Preste
Juan, y se vertían lágrimas y lamentos porque ambos Reyes no se hubiesen al fin
“encontrado”, hecho que traería aparejado el Nuevo Orden del Imperio Universal:
“no obstante, se aseguraba en las trovas, algún día Federico II, portando su
Piedra de Venus, lapist exilis, se reuniría con Gengis Khan para fundar el
Imperio Universal”.
Para terminar, quiero recordarle que la mentada alianza entre el Imperio
romano-germánico y el Imperio Mongol era un secreto a voces en el siglo XIII,
aunque más tarde el oscurantismo sinárquico ocultó la verdad de los hechos.
Pero basta remitirse a las pruebas para conocer esa verdad: no bien en
Occidente se conoció la defunción de Gengis Khan, y la posición de su sucesor,
Oegodeï, no se pensó en otra cosa que en gestar otra alianza, favorable esta
vez a los planes sinárquicos. Detrás de esto estaba, por supuesto, la Fraternidad
Blanca. En 1245 el Papa Inocencio IV, que se había refugiado en Lyon, la Ciudad
de los Druidas, huyendo de Federico II, proclamó un Concilio General con objeto
de excomulgarlo y despojarlo de la investidura imperial: fue el famoso Concilio de
Lyon, especie de “Congreso de Basilea” de la época, es decir, semejante al que
sostuvieron los Rabinos en 1897 y que mencionan los “Protocolos de los Sabios
de Sión”, en el cual se discutió la manera más rápida de acabar con la Casa de
Suabia e implantar la Sinarquía Universal. Pues bien, nadie asocia el hecho de
que en aquel Concilio, convocado exclusivamente para tratar el tema Federico II,
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