Page 677 - El Misterio de Belicena Villca
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con una mueca de disgusto Gengis Khan descartó al Papa como una digna
autoridad espiritual con la cual él pudiese tratar.
Antes de 1220 Gengis Khan ya sabía que de los dos Reyes, el franco y el
alemán, convenía a sus planes dirigirse a el último de ellos. Tal convicción la
obtuvo al evaluar la información religiosa que le brindara uno de sus múltiples
confidentes esotéricos. Pero vale hacer aquí una aclaración: mientras duró la vida
de Gengis Khan tres fueron las religiones que le rodearon y a las que prestó
especial atención: el cristianismo nestoriano, el maniqueísmo persa, y
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fundamentalmente, el taoísmo . A la religión de Confucio la rechazó por
reaccionaria y en el Budismo reconoció enseguida a un sistema basado en la
Kâlachakra de Chang Shambalá, contra el cual le advirtieran tempranamente sus
instructores hiperbóreos.
Fue un sacerdote maniqueo quien le informó un Día que “más allá del
Reino de los francos, en feudos del Rey de Aragón, que es a su vez vasallo del
Rey alemán, hay una poderosa comunidad maniquea a quienes los Angeles han
entregado en custodia un Vaso de Piedra que no es de este Mundo”. Esta noticia
impresionó a Gengis Khan, así como el saber que las tropas del Rey de los
francos, con la bendición del Papa, se estaban dedicando a exterminar a aquellos
maniqueos del Oeste llamados “Cátaros”, es decir, “puros”. Toda una “ruta
maniquea” permitía que tales novedades llegasen hasta el Asia: desde
Languedoc a Italia, a las comunidades cátaras y bogomilas de Milán; de allí a
Bulgaria, centro del maniqueísmo bogomil; y, de los Balcanes, misioneros
bogomilos y paulicianos llevaban las noticias hasta Armenia e Irán.
Los Cátaros sostenían que el mundo material había sido creado por
Jehová Satanás con la ayuda de una corte de Demonios; creían en un verdadero
Dios que era Incognoscible desde el estado de impureza espiritual que suponía la
encarnación; asimismo creían en Cristo Luz, a quien llamaban Lucibel, y en el
Paráklito o Espíritu Santo, un agente absolutamente trascendente a la esfera
material. Consecuentemente con estas creencias rechazaban el Antiguo
Testamento de la Biblia por considerar que en él se narraba la historia de la
creación del mundo por Jehová-Satanás, un Demiurgo maligno, y en el que no se
mencionaba para nada el verdadero Dios; del Nuevo testamento sólo aceptaban
el Evangelio de Juan y el Apocalipsis. Sobre la Iglesia de Roma opinaban que era
“la Sinagoga de Satanás”, un refugio para los Demonios y sus siervos en la que
no brillaba ni un rayo de luz espiritual.
Naturalmente, si los creyentes en una doctrina tan clara eran condenados
a muerte por el Papa, y reprimidos hasta el aniquilamiento por las tropas del Rey
franco, no cabían dudas que estos últimos eran, a su vez, partidarios del
Demiurgo Jehová Satanás. Pero las cosas no se “veían” tan claras desde
Mongolia; en efecto: resultaba sospechoso que el Rey franco Felipe Augusto no
participase personalmente de la matanza cátara y, lo que era aún más llamativo,
que toda Francia hubiese sido puesta en entredicho entre 1200 y 1213, por
Inocencio III debido al concubinato que el Rey mantenía con una amante. ¿Cuál
de los Reyes, el alemán o el franco, era, al fin, el aliado que mencionaban los
Siddhas?
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El maniqueísmo, que había logrado expandirse hasta China en el siglo XIII, fue respetado por Gengis Khan pero no así por sus sucesores quienes lo
combatieron ferozmente hasta hacerlo desaparecer; del mismo modo se persiguió luego al taoísmo.
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