Page 672 - El Misterio de Belicena Villca
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vamos a la cocina y tomemos ese té, y olvídese por un largo rato de lo que ocurre
afuera. Deje todo sobre ese sofá, menos la alforja que contiene la Piedra de
Gengis Khan. Porque para eso ha venido ¿no? Ha arriesgado una y mil veces la
vida para cumplir con la Orden Negra: es Ud. admirable Kurt Von Sübermann, un
Caballero digno del Führer, un Iniciado digno de los Dioses.
Como tantas veces antes, entré en la moderna cocina y me senté ante una
mesita cubierta con fino mantel de hilo blanco. Tarstein preparó la infusión en una
tetera de porcelana de Shanghai y llenó las tazas con té de la misma
procedencia. Mientras lo saboreaba, ya más tranquilo, observé a Tarstein
examinar la Piedra de Gengis Khan. Parecía conmovido, cosa insólita en él. Al fin
preguntó:
–¿Sabe qué es esto? La prueba de que la Humanidad cuenta con una
oportunidad, el testimonio concreto de que los Dioses del Espíritu se avinieron a
tratar con los Grandes Iniciados que intentaban hacer realidad el Imperio
Universal. Si ellos hubiesen triunfado en el siglo XIII, la Historia de la Humanidad
sería muy distinta y el Enemigo no habría tenido posibilidad de constituir la
Sinarquía Universal en el siglo XIV: por ejemplo, no habría sido necesario que
Felipe el Hermoso disolviese a los Templarios entre 1307 y 1314 pues Federico II
los tendría que haber liquidado, de buen gusto, en 1227. ¿Y sabe por qué ello no
se realizó? Pues, porque esta Piedra que Ud. ha traído se extravió durante siete
años claves, de 1221 a 1228. En verdad no se extravió sino que la extraviaron, a
propósito del fracaso de los planes imperiales. !Ay, Lupus: si esta Piedra hubiese
llegado a tiempo a manos del Emperador Federico II, quizás mi propia familia, la
Casa de Tharsis, no habría sido exterminada en 1268!
Yo, naturalmente neffe, entendía muy poco de todo esto. Recién ahora,
luego de leer la Carta de Belicena Villca, las palabras de Tarstein adquieren su
verdadero y dramático significado. En aquel momento, Konrad Tarstein debió
notar el desconcierto en mi rostro pues procuró aclarar con otras palabras el
sentido de aquella increíble Reliquia.
–¿Recuerda la historia del Emperador Federico II Hohenstaufen? –
preguntó enérgicamente.
–Sí. Es decir: recuerdo algunos hechos salientes –respondí vacilante.
–Pues bien. Este hecho es muy saliente. ¿Recuerda lo que sucedió con su
voto de Cruzado?
–¡Oh, sí! –afirmé, complacido de no ser totalmente ignorante–. Creo que
Federico II fue coronado en Aquisgran, en 1214, y allí hizo el voto fatal a
Inocencio III de emprender una Cruzada a Tierra Santa; por diversos motivos, no
cumplió esta promesa hasta 1228, lo que le costó innumerables complicaciones
con los Papas, que derivaron en excomuniones y guerras.
–Las fechas son correctas, Lupus. Lo que Ud. no conoce con exactitud,
porque ha permanecido en secreto hasta ahora y sólo era del dominio de ciertas
Sociedades Secretas, es el verdadero motivo por el cual Federico II retrasaba
su viaje a Palestina. Y ese motivo es éste: la Piedra de Gengis Khan. Federico
II esperaba desde 1221 la llegada de un Iniciado mongol que sería portador de un
pacto escrito entre el Emperador de Oriente y el Emperador de Occidente: tal
Iniciado no llegó nunca a Sicilia y la razón fue que lo asesinaron en la Siria franca
por orden de los Druidas católicos. Cuando Federico II se decidió al fin a viajar a
Medio Oriente, lo hizo con el propósito de rescatar la Piedra de Gengis Khan, que
estaba en poder del Señor de Beirut. Pero ya era tarde para consumar el pacto
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