Page 683 - El Misterio de Belicena Villca
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luciendo el mismo estandarte: si hasta nuestra mejor táctica, la blitzkrieg, está
inspirada en el movimiento veloz y certero de la horda mongólica.
Aguarde un momento, Lupus, que iré a buscar algo que tenía preparado
para Ud.
La clase magistral que acababa de dictar Tarstein me había hecho olvidar
la guerra, la inminente derrota militar del Tercer Reich, y hasta la negra realidad
de que no sabía qué iba a hacer de allí en adelante, si debía ir a morir al bunker,
como decidió heroicamente la Legión Tibetana, o si habría de huir hacia un
incierto destino en un Mundo sin el Tercer Reich, es decir, en un Mundo
sinárquico. No quería ni considerar esta última posibilidad. En cambio abrigaba la
secreta esperanza de que los Iniciados de la Orden Negra hubiesen decidido
llevarme con ellos al Refugio Antártico del Führer: ¿no hice méritos suficientes
para merecer tal distinción? Además allí estaba también Rudolph Hess, mi
protector ¿acaso él desaprobaría mi presencia? Yo no comprendía
completamente el misterioso asunto de los Tulkus y su facultad de poseer varios
cuerpos. Ya te dije, neffe, que Yo me sentía único individuo, percepción que no
varió hasta hoy, y entonces no veía qué problema pudiese haber en que otro
Tulku se sumase a los Tulkus que se preparaban para la Batalla Final.
Antes de continuar con el relato de lo acontecido aquel día, el último que
estuve allí, en la Gregorstrasse 239, quiero que repares en que la información
aportada por Tarstein sobre Federico II aclara bastante las palabras de Belicena
Villca escritas en el Día Decimonoveno de su Carta: allí decía “las causas (de la
hostilidad de Federico II hacia la Iglesia Golen) fueron dos: la reacción positiva de
la Herencia de su Sangre Pura gracias a la proximidad histórica del Gral,
concepto que ya explicaré; y la influencia de ciertos Iniciados Hiperbóreos
que el mismo Federico II hizo venir hasta su corte de Palermo desde lejanos
países del Asia y cuya historia no me podré detener a relatar en esta carta”.
–Ud. ha traído hoy algo muy valioso para el Führer y la –comenzó
diciendo Tarstein al regresar, mientras me alargaba un estuche de cuero con
herrajes de plata y cerradura con llave– y Yo lo recompensaré con algo
incomparablemente menor, pero no menos valioso para mí. Tome, Lupus, Kurt,
mi libro inédito “Historia Secreta de la Thulegesellschaft”: en él está narrada la
historia de los últimos 630 años de la rama alemana de la Casa de Tharsis, y
contiene las pruebas de su destacada intervención en la fundación de la Orden
medieval Einherjar, que duraría varios siglos y daría lugar en el siglo XX a la
Thulegesellchaft, y luego a la Orden Negra . Se la entrego a Ud. porque he
consultado con los Siddhas y ellos me han dicho que está predestinado a
conocer todos los secretos de mi Estirpe: quizás a Ud. le sea dado saber lo que
ni Yo he conseguido, esto es, seguir la historia milenaria de la Casa de Tharsis y
descubrir la misión que le confiaron sus Grandes Antepasados.
Apreciaba que para Tarstein aquel desprendimiento era muy importante,
pero entendía también que sutilmente me estaba despidiendo, y eso era lo que
temía. Lo sentía por la sensibilidad de Tarstein pero Yo tenía que aclarar las
cosas. Tomé el libro e ignoré su discurso.
–Habla Ud. como si no fuésemos a vernos jamás, pero a la vez como si Yo
fuese a sobrevivir lo suficiente para leer este libro –dije con dureza.
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