Page 156 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
P. 156

acuerdo con la doctrina nacionalsocialista, deberá ser desarrollado un orden económico
                  que  incorpore  el  deber  moral de  la Economía -basado en  la  comunidad de  todos  los
                  elementos  productores  que  pertenecen  a  un  pueblo-  a  todas  sus  manifestaciones,  lo
                  mismo en la producción que en el mercado. Por esta razón, el Estado nacionalsocialista
                  se ha hecho cargo de la organización de la producción y del mercado. El egoísmo, desde
                  luego  comprensible,  del  empresario  particular  no  puede  dañar  más  a  la  colectividad,
                  cual era el caso en la Alemania anterior a Hitler; la utilidad obtenida por el particular
                  resulta en provecho de la comunidad entera.
                  Otro  postulado  de  la  Economía  política  nacionalsocialista  dice  que  la  Economía  es
                  también  una  “cuestión  de  capacidad”.  Hitler  lo  ha  expresado  ya  claramente  en  una
                  ocasión, en que uno de sus más fanáticos partidarios insistía en la “unificación” en el
                  sentido de que empresarios inteligentes, que no fueran del Partido debían ser lanzados
                  fuera de sus puestos y sustituidos por camaradas, que, si bien eran buenos combatientes
                  políticos, carecían del necesario talento comercial y técnico. La experiencia adquirida
                  en  los  primeros  meses  de  la  toma  del  poder  obró  en  esta  cuestión  de  una  manera
                  convincente; y puso de manifiesto los peligros de tal acción para la estabilidad de la
                  Economía.  La  Economía  es  un  organismo  de  una  sensibilidad  excepcional  “y  todo
                  trastorno, cualquiera que sea el sitio de donde provenga, es de acción tan perturbadora
                  como la de la arena echada en una máquina”.
                  La Economía Industrial
                  Un  extranjero  imparcial,  que  vuelva  por  primera  vez  a  Alemania  después  de  cuatro
                  años, por ejemplo, a la región renano-westfálica, a la zona industrial de Sajonia, a las
                  fábricas de las afueras de Berlín, es decir, a aquellas zonas en que la industria impone su
                  sello particular, seguramente que recibiría la impresión de una nueva vida. Observaría
                  que gran número de fábricas han vuelto a abrir sus puertas, que las chimeneas vuelven a
                  lanzar el  humo a  los cielos,  que cientos de  miles de puestos antes  vacantes están  de
                  nuevo  ocupados  y  numerosos  muelles  y  cargaderos  están  otra  vez  animados  de
                  movimiento,  que  las  fachadas  de  fábricas  y  casas  antes  desconchadas  relucen  en  su
                  pintura  fresca.  Se  apercibiría de que  al entorpecimiento  que hace  cuatro años aún  se
                  podía observar, se ha sucedido un intenso desarrollo, un cuadro que alegra y en el que se
                  refleja el espíritu emprendedor nuevamente despertado. Si tuviera interés en conocer el
                  resultado económico de este desarrollo podría deducir de las estadísticas oficiales  los
                  importantes datos siguientes:
                  El paro forzoso ha desaparecido y más de tres millones de obreros se han incorporado al
                  mecanismo  de  la  producción;  la  jornada  de  trabajo  se  ha  aumentado  de  7,26  a  7,86
                  horas; el socorro a los sin trabajo ha decrecido de 3.200 millones a 300 millones; las
                  contribuciones del Estado han subido a 7.300 millones (véase el capítulo “La batalla del
                  trabajo”). Sin contar con todo esto, la producción  industrial  se  ha incrementado a tal
                  grado que de 39.900  millones en 1933 pasó a más de 75.000  millones de  marcos en
                  1937. En los cinco años, en que el nacionalsocialismo dirige la economía nacional, se ha
                  aumentado  la  proporción  en  la  fabricación  y  producción  de  diversos  artículos  como
                  sigue:  papel,  50  %;  aceites  pesados  para  motores  Diesel,  66%;  carbón  piedra,  68%;
                  combustibles  líquidos  para  calefacción,  80%;  petróleo,  90%;  seda  artificial,  100%;
                  aceites combustibles para alumbrado, 110%; acero, 167%; lubrificantes, 190%; gasolina
                  y similares, 470%; aluminio, 570%; lana celulósica, 2.500%, etc.
                  La  confianza  depositada  por  el  pueblo  alemán  en  su  política  económica  se  muestra
                  claramente en el aumento de las imposiciones en las Cajas de Ahorro. Los depósitos en
                  las Cajas de Ahorro públicas han aumentado de 11.400 millones de marcos en el año de
                  1932 a 12.100 millones en año de 1933, a 14.600 millones en año de 1936 y a 16.100
                  millones en el año de 1937. La extracción de carbón de piedra da las cifras siguientes:



                                                           156
   151   152   153   154   155   156   157   158   159   160   161