Page 49 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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confirmaron de nuevo esta tesis. La obra política, acordada en común para asegurar la
paz, no se puede conceptuar como la formación de un bloque dirigido contra otros
Estados europeos. Por el contrario, con esta obra se favorece de la mejor manera el
propósito de llegar a una inteligencia de carácter internacional y general. Bajo este
espíritu ambas naciones están dispuestas a revisar las cuestiones políticas y evitar así
cualquier posible intento de separarlas o de enfrentarlas.
En su respuesta Mussolini señaló a Adolfo Hitler como el regenerador de la Nación
alemana. Las revoluciones fascistas y nacionalsocialistas son revoluciones creadoras,
que han hecho surgir grandes obras de la cultura y del progreso. La solidaridad italo-
alemana no es el resultado de ningún cálculo político, ni sutileza diplomática alguna,
sino la expresión y el resultado de una afinidad natural de intereses comunes. Ambas
naciones se encuentran dispuestos a colaborar con todos los pueblos que para ello
tengan buena voluntad. Piden, sencillamente, respeto y comprensión para sus
necesidades y para la intangibilidad de la Cultura europea. Mussolini llevará consigo
hacia Italia el recuerdo de las tropas poderosas, de las manifestaciones del pueblo, de la
obra reconstructiva espiritual y técnica y la certeza de una firme amistad.
El segundo día de su estancia en Berlín, Mussolini visitó la Armería, Potsdam, la Casa
del Fascio en Berlín y por invitación del Presidente del Consejo, Mariscal Göring, la
residencia de éste, Karinhall en Schorfheide. Por la noche hubo una gran manifestación
en el Campo nacional de deportes (Campo de Mayo, estadio y campos adyacentes) en el
que se congregó un millón de almas, más dos millones de personas reunidas en calles y
avenidas que conducen al campo; en total, aproximadamente 3 millones. Primeramente
habló Adolfo Hitler y dijo que esta manifestación no era un mitin corriente sino que
expresaba una profesión de fe en ideales e intereses comunes, hecha por dos hombres,
oída por un millón y esperada y asentida por ciento quince millones de almas. De este
modo, esta noche representa una manifestación de dos pueblos cuyo sentido
profundamente sincero es el deseo de garantizar a ambos países aquella paz que no es
recompensa de una resignada cobardía sino el resultado de un afianzamiento consciente
y responsable de las substancias y valores étnicos, espirituales, físicos y culturales, paz
con la cual se tocan los intereses de toda Europa. Ningún pueblo anhela más la paz que
el alemán, pues éste ha conocido nefastas consecuencias de una débil y ciega confianza.
Los ideales del liberalismo y de la democracia no han podido salvar a la nación alemana
de los atropellos más graves. En estos tiempos de prueba, Italia, y especialmente la
Italia fascista, no ha tomado parte en las humillaciones impuestas a Alemania. Por eso
nos embarga la más sincera satisfacción al haber sonado la hora en que Alemania
pudiera recordarlo y, en efecto, lo recuerda. De la comunidad de las revoluciones
fascistas y nacionalsocialistas ha surgido ahora una comunidad, no sólo en sus ideales
sino también en la acción. Si Italia, gracias a la genial actividad de un hombre ha
llegado a ser un Imperio, Alemania por la actitud de su pueblo y por su fuerza militar
ha llegado a ser de nuevo una potencia mundial. La fuerza de ambas naciones constituye
hoy la más sólida garantía para la conservación de una Europa que no desea sucumbir
por la acción de elementos destructores. Cualquier intento de separar y disolver esta
comunidad de pueblos fracasará, lo mismo ante la actitud resuelta de los 115 millones
de seres que representa esta manifestación de su comunidad, que ante la voluntad de los
dos jefes de Estado.
A continuación habló el Duce y, entre otras cosas, dijo que su visita significaba un
jalón importante en la vida de ambos pueblos, y que no se podía medir de la misma
manera que otras visitas diplomáticas o políticas. El haber venido hoy a Alemania no
quiere decir que mañana se encuentre dispuesto a otras visitas. No vino solamente en su
calidad de Jefe de una revolución nacional para dar prueba de la íntima unión de aquella
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