Page 82 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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Hitler cree necesario tomar medidas por parte del Estado para evitar el descenso de la
natalidad, puesto que la población no aumentaba sino disminuía en Alemania.
En el extranjero existen sobre estos temas concepciones parcialmente erróneas. En
realidad la población alemana ha crecido de 42 millones de habitantes en el año 1870, a
67 millones en la actualidad; pero, ya desde hace tiempo, la cifra de nacimientos fue
disminuyendo ininterrumpidamente de modo tal que el exceso de nacimientos sólo se
debía al descenso de la mortalidad, o sea, por la prolongación de la vida. Como la cifra
de la mortalidad no es susceptible de disminuir de una manera continua llegaría un día
en que esta natalidad decreciente no bastaría para mantener el crecimiento progresivo de
la población e incluso ni para conservar la cifra de la población actual.
En el año 1900, el número de nacimientos en Alemania se elevó a 2 millones; en el año
1933, y por primera vez, estos no pasaron de 1 millón. Calculado por cada mil
habitantes, esto significa un descenso de la cifra de nacimientos de algo más de 30 o
poco menos de 150/00. En Francia, el llamado país clásico del retroceso de la natalidad,
hubo en la misma época un 17,30/00 de nacimientos.
La comparación entre las cifras de natalidad y mortalidad de los años respectivos -
obtenida, teniendo en cuenta la escala de edad que acusaría primeramente un aumento
de la mortalidad en Alemania- muestra que a partir del año 1926 no hay superávit de
nacimientos. En 1933 faltaba ya un tercio en la cifra de nacimientos necesario para
conservar estrictamente la población alemana.
La persistencia de esta natalidad insuficiente hizo inevitable un fuerte retroceso de la
cifra de la población. Según cálculos prudentes del Servicio de Estadística del Reich
resulta que el número de los habitantes de Alemania en el año 2.000 sólo alcanzaría la
cifra de 47 millones si no se tomaban medidas en sentido contrario.
Era necesario tomarlas y muy enérgicas para hacer imposible el cruce de razas, es decir,
para eliminar uno de los procesos de carácter biológico que conducen a la destrucción
de la fuerza racial y al aniquilamiento de las bases del Estado y de la civilización.
Como los judíos son la única raza no aria que vive en Alemania, la cuestión de la raza
coincide con la cuestión judía. El gobierno nacionalsocialista tomó algunas medidas en
forma de programa de política racial que separa a los judíos de los arios, para evitar así
las posibilidades de contacto entre ambas razas.
La solución definitiva de la cuestión racial, y por lo tanto de la judía, se estableció en la
Ley de Nuremberg del 15 de septiembre de 1935 “para la protección de la sangre
alemana y del honor alemán” y en sus reglamentos ejecutivos.
Esta ley fue precedida por una orden circular del ministro de Educación Pública que
exigía la creación de escuelas exclusivamente judías. La ley prohibe los matrimonios
entre judíos y alemanes de sangre alemana o de raza afín. (no se consideran razas afines,
la judía y la negra.) No son válidos los matrimonios que, para eludir esta ley, sean
contraídos en el extranjero. Las relaciones extraconyugales con judíos están prohibidas
a los arios y el culpable varón queda expuesto a la pena de prisión, de igual manera que
en el matrimonio. De esta prohibición resulta la disposición que no permite acomodar
mujeres alemanas o de raza afín, menores de 45 años, en los servicios domésticos de
casas judías. Para el matrimonio entre mestizos judíos y alemanes se requiere una
licencia especial: los cuarterones judíos podrán casarse solamente con alemanas.
Los hijos de los matrimonios entre mestizos judíos y alemanes son cuarterones judíos.
Los hijos de estos son alemanes con un octavo de sangre judía; de acuerdo con la ley
sobre nacionalidad se consideran ya como de sangre alemana. Al advenimiento al poder
de los nacionalsocialistas había en Alemania 500.000 judíos, 200.000 mestizos y
100.000 cuarterones. Estos números muestran cuan intensa había sido la mezcla con
sangre judía en estos últimos tiempos.
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