Page 34 - Egipto TOMO 2
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REJUVENECIMIENTO DE EGIPTO
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                                                          arenisco del istmo apenas
                 trabajadores; pues así como en los demás lugares el terreno llano y
                 ofrecia obstáculos á las obras, aquí fué indispensable atacar una trinchera muy resistente que
                 media diez y  seis metros de elevación.
                   El vapor llega después á las aguas azuladas del lago Timsah. En su orilla septentrional
                 extiéndese la ciudad de Ismailia, que durante el período de los trabajos fué, digámoslo así,  el
                 cuartel general del director de la empresa, de numerosas brigadas de trabajadores, de nego-
                 ciantes v cantineros que al olor de la ganancia habíanse establecido en el desierto, yendo en
                 pos de ingenieros y  operarios, con  el propósito de prevenir sus necesidades, y sacar partido
                 de la avidez con que se entregaban al descanso  y á los placeres. La población creció con una
                 rapidez verdaderamente maravillosa  : al cabo de breve tiempo el canal de agua dulce llevó la
                                           fertilidad á aquel suelo árido y  abrasado y no
                                           pasó mucho tiempo sin que se dispusieran paseos
                                                             jardines que embe-
                                           que sombreaba el arbolado y   (
                                           llecian la ciudad.  El jetife se hizo construir un
                                           palacio; M. de Lesseps una magnífica casa, y una
                                           granja en el campo: las lindísimas habitaciones
                                           de los ingenieros, las de los empleados superio-
                                           res, las de los destajistas, la estación del camino
                                           de hierro ; las fondas v los almacenes comerciales
                                           ofrecian un golpe de vista tan alegre y encantador
                                           con sus banderas y colgaduras durante la época de
                                           las fiestas de la inauguración, cuyo centro puede
                                           decirse que fué Ismailia, que el más desconfiado
                                           se abandonaba á las más seductoras esperanzas.
                                           Sin embargo, éstas no se han trocado en realidad;
                                           y  no parece sino que la riente población, cual
                                           planta del desierto, fresca y lozana á la mañana
                                           está á la tarde seca y marchita.
                   Pasamos ante las ruinas, que según se presume fueron el templo de Serapis, de que habla
                 uno de los autores clásicos. A nuestra derecha vemos desarrollarse v brillar la estrecha cinta
                                                          «j
                 del canal de agua dulce, junto á cuyas orillas se han descubierto numerosos monumentos de
                 la época persa. Después penetramos en el lecho profundizado de los antiguos lagos amargos,
                 de los cuales salimos después de medio dia sin que dirijamos una sola mirada á las tristes
                 y áridas  orillas que hay á uno y otro lado, porque delante de nosotros, al Oeste de la
                 reducida bahía, en el fondo de la cual existia la pequeña aldea de pescadores llamada Suez,
                 que en  el espacio de breves años se ha convertido en uno de los mercados más impor-
                 tantes, comienza á desplegarse un cuadro de un color y de una brillantez verdaderamente
                 indescriptibles. El sol está próximo á ocultarse tras los abruptos peñascos del Ataka, sobre
                 cuyas cimas, en pasados siglos, los marineros fenicios que se dirigian al Ofir encendian una
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