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DE LA CIUDAD DE ALTON A LA CATABATA 389
Al pie&ente e* muy escasa y se halla muy desparramada
la población de los desiertos
de que acabamos de hablar. Sus campamentos se componen á veces de un solo techo bajo
el cual se cobijan, a veces de dos ó tres: á lo más de seis tiendas ó chozas miserables. En
el camino que media entre Kene y Koser, sólo se encuentra una aldea digna de este nombre
que lle'sa el de Laketa. En el Norte de la montaña arábiga, llenan incesantemente su vida
errante los mccase, que componen una población que á duras penas llega á tres mil almas:
son de procedencia semítica
y parientes cercanos de los beduinos de la península del Sinaí.
'Vi\en aisladamente, por familias, y sus dominios terminan hácia el Sur á la altura de
Gimsche. Los ababd.es son más de diez veces más numerosos que los ma’ase: son nómadas
también, habitan más hácia el Sur en el desierto de Oriente, y llegan hasta el trópico. Su raza
se diferencia completamente de la de
los ma’ase, contándoseles con razón
entre los pueblos de la Nubia, con
los begas, que se hallan distribuidos
en las regiones montañosas de dicha
comarca, entre el Nilo y el mar,
hasta las fronteras de la Abisinia.
Entre los begas, los bischari y los
hadendoa se distinguen por las bellas
proporciones de su cuerpo algo enju-
to sin embargo , por punto general
;
por la finura y regularidad de sus fac-
ciones, — que es tal, no obstante su
atezado semblante y su negra cabe-
llera, artísticamente trenzada ó caída
en rizados mechones — pueden ser
clasificados sin inconveniente entre
los hombres más bellos. Han suce- *
dido á los blemmyes, que las fuentes
griegas sitúan al Sur, en las cerca-
nías del Egipto, y que se citan con
frecuencia con motivo de sus rápidas
y sangrientas razzias. En la Edad
Media, v aún en el comienzo del presente siglo, era por demás peligroso
atravesar las regiones del desierto por ellos habitadas mas en el dia son
,
las gentes más pacíficas del mundo, y hasta el extranjero puede pasar
solo por sus dominios, sin que deba temer cosa alguna ni por su vida
ni por su hacienda. Mehemet-Alí los domesticó, obligando á sus jefes y jeques á establecerse
en el valle del Nilo, haciéndoles responsables, con sus bienes y con sus vidas, de cuanto
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