Page 137 - Orgullo y prejuicio
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La compañía de Wickham era de gran utilidad para disipar la tristeza
que los últimos y desdichados sucesos habían producido a varios miembros
de la familia de Longbourn. Le veían a menudo, y a sus otras virtudes unió
en aquella ocasión la de una franqueza absoluta. Todo lo que Elizabeth
había oído, sus quejas contra Darcy y los agravios que le había inferido,
pasaron a ser del dominio público; todo el mundo se complacía en recordar
lo antipático que siempre había sido Darcy, aun antes de saber nada de todo
aquello.
Jane era la única capaz de suponer que hubiese en este caso alguna
circunstancia atenuante desconocida por los vecinos de Hertfordshire. Su
dulce e invariable candor reclamaba indulgencia constantemente y proponía
la posibilidad de una equivocación; pero todo el mundo tenía a Darcy por el
peor de los hombres.