Page 136 - Orgullo y prejuicio
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hubiese algo muy grave que objetar? Si hubiesen visto que se interesaba
mucho por mí, no habrían procurado separarnos; y si él estuviese
efectivamente tan interesado, todos sus esfuerzos serían inútiles. Al suponer
que me quiere, sólo consigues atribuir un mal comportamiento y una actitud
errónea a todo el mundo y hacerme a mí sufrir más todavía. No me
avergüenzo de haberme equivocado y si me avergonzara, mi sufrimiento no
sería nada en comparación con el dolor que me causaría pensar mal de
Bingley o de sus hermanas. Déjame interpretarlo del mejor modo posible,
del modo que lo haga más explicable.
Elizabeth no podía oponerse a tales deseos; y desde entonces el nombre
de Bingley pocas veces se volvió a pronunciar entre ellas.
La señora Bennet seguía aún extrañada y murmurando al ver que
Bingley no regresaba; y aunque no pasaba día sin que Elizabeth le hiciese
ver claramente lo que sucedía, no parecía que la madre dejase de extrañarse.
Su hija intentaba convencerla de lo que ella misma no creía, diciéndole que
las atenciones de Bingley para con Jane habían sido efecto de un capricho
corriente y pasajero que cesó al dejar de verla; pero aunque la señora
Bennet no vacilaba en admitir esa posibilidad, no podía dejar de repetir
todos los días la misma historia. Lo único que la consolaba era que Bingley
tenía que volver en verano.
El señor Bennet veía la cosa de muy distinta manera.
De modo, Lizzy ––le dijo un día––, que tu hermana ha tenido un fracaso
amoroso. Le doy la enhorabuena. Antes de casarse, está bien que una chica
tenga algún fracaso; así se tiene algo en qué pensar, y le da cierta distinción
entre sus amistades. ¿Y a ti, cuándo te toca? No te gustaría ser menos que
Jane.
Aprovéchate ahora. Hay en Meryton bastantes oficiales como para
engañar a todas las chicas de la comarca. Elige a Wickham. Es un tipo
agradable, y es seguro que te dará calabazas.
––Gracias, papá, pero me conformaría con un hombre menos agradable.
No todos podemos esperar tener tan buena suerte como Jane.
––Es verdad ––dijo el señor Bennet––, pero es un consuelo pensar que,
suceda lo que suceda, tienes una madre cariñosa que siempre te ayudará.