Page 144 - Orgullo y prejuicio
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perderla. Sin embargo, mi padre es partidario del señor Wickham. En fin,
querida tía, sentiría mucho haceros sufrir a alguno de vosotros; pero cuando
vemos a diario que los jóvenes, si están enamorados suelen hacer caso
omiso de la falta de fortuna a la hora de comprometerse, ¿cómo podría
prometer yo ser más lista que tantas de mis congéneres, si me viera tentada?
O ¿cómo sabría que obraría con inteligencia si me resisto? Así es que lo
único que puedo prometerte es que no me precipitaré. No me apresuraré en
creer que soy la mujer de sus sueños. Cuando esté a su lado, no le
demostraré que me gusta. O sea, que me portaré lo mejor que pueda.
––Tal vez lo conseguirías, si procuras que no venga aquí tan a menudo.
Por lo menos, no deberías recordar a tu madre que lo invite.
––Como hice el otro día ––repuso Elizabeth con maliciosa sonrisa––. Es
verdad, sería lo más oportuno. Pero no vayas a imaginar que viene tan a
menudo. Si le hemos invitado tanto esta semana, es porque tú estabas aquí.
Ya sabes la obsesión de mi madre de que sus visitas estén constantemente
acompañadas. Pero de veras, te doy mi palabra de que trataré siempre de
hacer lo que crea más sensato. Espero que ahora estarás más contenta.
Su tía le aseguró que lo estaba; Elizabeth le agradeció sus amables
advertencias, y se fueron. Su conversación había constituido un admirable
ejemplo de saber aconsejar sin causar resentimiento.
Poco después de haberse ido los Gardiner y Jane, Collins regresó a
Hertfordshire; pero como fue a casa de los Lucas, la señora Bennet no se
incomodó por su llegada. La boda se aproximaba y la señora Bennet se
había resignado tanto que ya la daba por inevitable e incluso repetía, eso sí,
de mal talante, que deseaba que fuesen felices. La boda se iba a celebrar el
jueves, y, el miércoles vino la señorita Lucas a hacer su visita de despedida.
Cuando la joven se levantó para irse, Elizabeth, sinceramente conmovida, y
avergonzada por la desatenta actitud y los fingidos buenos deseos de su
madre, salió con ella de la habitación y la acompañó hasta la puerta.
Mientras bajaban las escaleras, Charlotte dijo:
––Confío en que tendré noticias tuyas muy a menudo, Eliza.
––Las tendrás.
––Y quiero pedirte otro favor. ¿Vendrás a verme?