Page 152 - Orgullo y prejuicio
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razonable  esperar  que  no  durasen  mucho  tiempo.  La  señora  Gardiner

                también le contó detalles de la visita de la señorita Bingley a Gracechurch,
                y le repitió algunas conversaciones que había tenido después con Jane que
                demostraban que esta última había dado por terminada su amistad.

                     La señora Gardiner consoló a su sobrina por la traición de Wickham y la
                felicitó por lo bien que lo había tomado.

                     ––Pero dime, querida Elizabeth ––añadió––, ¿qué clase de muchacha es
                la señorita King? Sentiría mucho tener que pensar que nuestro amigo es un

                cazador de dotes.
                     ––A  ver,  querida  tía,  ¿cuál  es  la  diferencia  que  hay  en  cuestiones

                matrimoniales, entre los móviles egoístas y los prudentes? ¿Dónde acaba la
                discreción  y  empieza  la  avaricia?  Las  pasadas  Navidades  temías  que  se
                casara  conmigo  porque  habría  sido  imprudente,  y  ahora  porque  él  va  en

                busca de una joven con sólo diez mil libras de renta, das por hecho que es
                un cazador de dotes.

                     ––Dime  nada  más  qué  clase  de  persona  es  la  señorita  King,  y  podré
                formar juicio.

                     ––Creo que es una buena chica. No he oído decir nada malo de ella.
                     ––Pero  él  no  le  dedicó  la  menor  atención  hasta  que  la  muerte  de  su

                abuelo la hizo dueña de esa fortuna...
                     ––Claro,  ¿por  qué  había  de  hacerlo?  Si  no  podía  permitirse
                conquistarme a mí porque yo no tenía dinero, ¿qué motivos había de tener

                para hacerle la corte a una muchacha que nada le importaba y que era tan
                pobre como yo?

                     ––Pero resulta indecoroso que le dirija sus atenciones tan poco tiempo
                después de ese suceso.

                     ––Un hombre que está en mala situación, no tiene tiempo, como otros,
                para observar esas elegantes delicadezas. Además, si ella no se lo reprocha,

                ¿por qué hemos de reprochárselo nosotros?
                     ––El que a ella no le importe no justifica a Wickham. Sólo demuestra
                que esa señorita carece de sentido o de sensibilidad.

                     ––Bueno ––exclamó Elizabeth––, como tú quieras. Pongamos que él es
                un cazador de dotes y ella una tonta.
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