Page 153 - Orgullo y prejuicio
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––No, Elizabeth, eso es lo que no quiero. Ya sabes que me dolería
pensar mal de un joven que vivió tanto tiempo en Derbyshire.
––¡Ah!, pues si es por esto, yo tengo muy mal concepto de los jóvenes
que viven en Derbyshire, cuyos íntimos amigos, que viven en Hertfordshire,
no son mucho mejores. Estoy harta de todos ellos. Gracias a Dios, mañana
voy a un sitio en donde encontraré a un hombre que no tiene ninguna
cualidad agradable, que no tiene ni modales ni aptitudes para hacerse
simpático. Al fin y al cabo, los hombres estúpidos son los únicos que vale la
pena conocer.
––¡Cuidado, Lizzy! Esas palabras suenan demasiado a desengaño.
Antes de separarse por haber terminado la obra, Elizabeth tuvo la
inesperada dicha de que sus tíos la invitasen a acompañarlos en un viaje que
pensaban emprender en el verano.
––Todavía no sabemos hasta dónde iremos ––dijo la señora Gardiner––,
pero quizá nos lleguemos hasta los Lagos.
Ningún otro proyecto podía serle a Elizabeth tan agradable. Aceptó la
invitación al instante, sumamente agradecida.
––Querida, queridísima tía exclamó con entusiasmo––, ¡qué delicia!,
¡qué felicidad! Me haces revivir, esto me da fuerzas. ¡Adiós al desengaño y
al rencor! ¿Qué son los hombres al lado de las rocas y de las montañas?
¡Oh, qué horas de evasión pasaremos! Y al regresar no seremos como esos
viajeros que no son capaces de dar una idea exacta de nada. Nosotros
sabremos adónde hemos ido, y recordaremos lo que hayamos visto. Los
lagos, los ríos y las montañas no estarán confundidos en nuestra memoria,
ni cuando queramos describir un paisaje determinado nos pondremos a
discutir sobre su relativa situación. ¡Que nuestras primeras efusiones no
sean como las de la mayoría de los viajeros!