Page 178 - Orgullo y prejuicio
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varias conjeturas se limitaron a suponer que su visita había obedecido a la

                dificultad de encontrar algo que hacer, cosa muy natural en aquella época
                del año. Todos los deportes se habían terminado. En casa de lady Catherine
                había libros y una mesa de billar, pero a los caballeros les desesperaba estar

                siempre metidos en casa, y sea por lo cerca que estaba la residencia de los
                Collins, sea por lo placentero del paseo, o sea por la gente que vivía allí, los

                dos primos sentían la tentación de visitarles todos los días. Se presentaban
                en distintas horas de la mañana, unas veces separados y otras veces juntos,

                y algunas acompañados de su tía. Era evidente que el coronel Fitzwilliam
                venía  porque  se  encontraba  a  gusto  con  ellos,  cosa  que,  naturalmente,  le

                hacía aún más agradable. El placer que le causaba a Elizabeth su compañía
                y la manifiesta admiración de Fitzwilliam por ella, le hacían acordarse de su
                primer  favorito  George  Wickham.  Comparándolos,  Elizabeth  encontraba

                que  los  modales  del  coronel  eran  menos  atractivos  y  dulces  que  los  de
                Wickham, pero Fitzwilliam le parecía un hombre más culto.

                     Pero comprender por qué Darcy venía tan a menudo a la casa, ya era
                más difícil. No debía ser por buscar compañía, pues se estaba sentado diez

                minutos sin abrir la boca, y cuando hablaba más bien parecía que lo hacía
                por  fuerza  que  por  gusto,  como  si  más  que  un  placer  fuese  aquello  un

                sacrificio.  Pocas  veces  estaba  realmente  animado.  La  señora  Collins  no
                sabía  qué  pensar  de  él.  Como  el  coronel  Fitzwilliam  se  reía  a  veces  de
                aquella estupidez de Darcy, Charlotte entendía que éste no debía de estar

                siempre  así,  cosa  que  su  escaso  conocimiento  del  caballero  no  le  habría
                permitido adivinar; y como deseaba creer que aquel cambio era obra del

                amor y el objeto de aquel amor era Elizabeth, se empeñó en descubrirlo.
                Cuando estaban en Rosings y siempre que Darcy venía a su casa, Charlotte

                le observaba atentamente, pero no  sacaba nada en limpio. Verdad es  que
                miraba mucho a su amiga, pero la expresión de tales miradas era equívoca.

                Era un modo de mirar fijo y profundo, pero Charlotte dudaba a veces de que
                fuese entusiasta, y en ocasiones parecía sencillamente que estaba distraído.
                     Dos o tres veces le dijo a Elizabeth que tal vez estaba enamorado de

                ella, pero Elizabeth se echaba a reír, y la señora Collins creyó más prudente
                no insistir en ello para evitar el peligro de engendrar esperanzas imposibles,
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