Page 335 - Orgullo y prejuicio
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––Su venida a Longbourn para visitarme a mí y a mi familia ––observó
Elizabeth fríamente––, la confirmará con más visos de verdad, si es que tal
noticia ha circulado.
––¿Que si ha circulado? ¿Pretende ignorarlo? ¿No han sido ustedes
mismos los que se han tomado el trabajo de difundirla?
––Jamás he oído nada que se le parezca.
––¿Y va usted a decirme también que no hay ningún fundamento de lo
que le digo?
––No presumo de tanta franqueza como Su Señoría. Usted puede
hacerme preguntas que yo puedo no querer contestar.
––¡Es inaguantable! Señorita Bennet, insisto en que me responda. ¿Le
ha hecho mi sobrino proposiciones de matrimonio?
––Su Señoría ha declarado ya que eso era imposible.
––Debe serlo, tiene que serlo mientras Darcy conserve el uso de la
razón. Pero sus artes y sus seducciones pueden haberle hecho olvidar en un
momento de ceguera lo que debe a toda su familia y a sí mismo. A lo mejor
le ha arrastrado usted a hacerlo.
––Si lo hubiese hecho, no sería yo quien lo confesara.
––Señorita Bennet, ¿sabe usted quién soy? No estoy acostumbrada a ese
lenguaje. Soy casi el familiar más cercano que tiene mi sobrino en el
mundo, y tengo motivos para saber cuáles son sus más caros intereses.
––Pero no los tiene usted para saber cuáles son los míos, ni el proceder
de usted es el más indicado para inducirme a ser más explícita.
––Entiéndame bien: ese matrimonio al que tiene usted la presunción de
aspirar nunca podrá realizarse, nunca. El señor Darcy está comprometido
con mi hija. ¿Qué tiene usted que decir ahora?
––Sólo esto: que si es así, no tiene usted razón para suponer que me
hará proposición alguna.
Lady Catherine vaciló un momento y luego dijo:
––El compromiso entre ellos es peculiar. Desde su infancia han sido
destinados el uno para el otro. Era el mayor deseo de la madre de él y de la
de ella. Desde que nacieron proyectamos su unión; y ahora, en el momento
en que los anhelos de las dos hermanas iban a realizarse, ¿lo va a impedir la