Page 338 - Orgullo y prejuicio
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pero desde luego no tiene usted derecho a meterse en los míos. Por
consiguiente, le suplico que no me importune más sobre esta cuestión.
––No se precipite, por favor, no he terminado todavía. A todas las
objeciones que he expuesto, tengo que añadir otra más. No ignoro los
detalles del infame rapto de su hermana menor. Lo sé todo. Sé que el
muchacho se casó con ella gracias a un arreglo hecho entre su padre y su
tío. ¿Y esa mujer ha de ser la hermana de mi sobrino? Y su marido, el hijo
del antiguo administrador de su padre, ¿se ha de convertir en el hermano de
Darcy? ¡Por todos los santos! ¿Qué se cree usted? ¿Han de profanarse así
los antepasados de Pemberley?
––Ya lo ha dicho usted todo ––contestó Elizabeth indignada––. Me ha
insultado de todas las formas posibles. Le ruego que volvamos a casa.
Y al decir esto se levantó. Lady Catherine se levantó también y
regresaron. Su Señoría estaba hecha una furia.
––¿Así, pues, no tiene usted ninguna consideración a la honra y a la
reputación de mi sobrino? ¡Criatura insensible y egoísta! ¿No repara en que
si se casa con usted quedará desacreditado a los ojos de todo el mundo?
Lady Catherine, no tengo nada más que decir. Ya sabe cómo pienso.
––¿Está usted, pues, decidida a conseguirlo?
––No he dicho tal cosa., No estoy decidida más que a proceder del
modo que crea más conveniente para mi felicidad sin tenerla en cuenta a
usted ni a nadie que tenga tan poco que ver conmigo.
––Muy bien. Entonces se niega usted a complacerme. Rehúsa usted
obedecer al imperio del deber, del honor y de la gratitud. Está usted
determinada a rebajar a mi sobrino delante de todos sus amigos y a
convertirle en el hazmerreír de todo el mundo.
––Ni el deber, ni el honor, ni la gratitud ––repuso Elizabeth––, pueden
exigirme nada en las presentes circunstancias. Ninguno de sus principios
sería violado por mi casamiento con Darcy. Y en cuanto al resentimiento de
su familia o a la indignación del mundo, si los primeros se enfurecen por mi
boda con su sobrino, no me importaría lo más mínimo; y el mundo tendría
el suficiente buen sentido de sumarse a mi desprecio.