Page 333 - Orgullo y prejuicio
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sentadas todas en silencio durante un rato, hasta que al fin lady Catherine
dijo con empaque a Elizabeth:
––Supongo que estará usted bien, y calculo que esa señora es su madre.
Elizabeth contestó que sí concisamente.
––Y esa otra imagino que será una de sus hermanas.
––Sí, señora ––respondió la señora Bennet muy oronda de poder hablar
con lady Catherine––. Es la penúltima; la más joven de todas se ha casado
hace poco, y la mayor está en el jardín paseando con un caballero que creo
no tardará en formar parte de nuestra familia.
––Tienen ustedes una finca muy pequeña ––dijo Su Señoría después de
un corto silencio.
––No es nada en comparación con Rosings, señora; hay que
reconocerlo; pero le aseguro que es mucho mejor que la de sir William
Lucas.
––Ésta ha de ser una habitación muy molesta en las tardes de verano; las
ventanas dan por completo a poniente.
La señora Bennet le aseguró que nunca estaban allí después de comer, y
añadió:
––¿Puedo tomarme la libertad de preguntar a Su Señoría qué tal ha
dejado a los señores Collins?
––Muy bien; les vi anteayer por la noche. Elizabeth esperaba que ahora
le daría alguna carta de Charlotte, pues éste parecía el único motivo
probable de su visita; pero lady Catherine no sacó ninguna carta, y
Elizabeth siguió con su perplejidad.
La señora Bennet suplicó finísimamente a Su Señoría que tomase algo,
pero lady Catherine rehusó el obsequio con gran firmeza y sin excesiva
educación. Luego levantándose, le dijo a Elizabeth:
––Señorita Bennet, me parece que ahí, a un lado de la pradera, hay un
sitio precioso y retirado. Me gustaría dar una vuelta por él si me hiciese el
honor de acompañarme.
––Anda, querida ––exclamó la madre––, enséñale a Su Señoría todos
los paseos. Creo que la ermita le va a gustar.