Page 334 - Orgullo y prejuicio
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Elizabeth obedeció, corrió a su cuarto a buscar su sombrilla y esperó

                abajo a su noble visitante. Al pasar por el vestíbulo, lady Catherine abrió las
                puertas del comedor y del salón y después de una corta inspección declaró
                que eran piezas decentes, después de lo cual siguió andando.

                     El carruaje seguía en la puerta y Elizabeth vio que la doncella de Su
                Señoría estaba en él. Caminaron en silencio por el sendero de gravilla que

                conducía a los corrales. Elizabeth estaba decidida a no dar conversación a
                quella  señora  que  parecía  más  insolente  y  desagradable  aún  que  de

                costumbre.
                     ¿Cómo pude decir alguna vez que se parecía a su sobrino?, se dijo al

                mirarla a la cara.
                     Cuando entraron en un breñal, lady Catherine le dijo lo siguiente:
                     ––Seguramente sabrá usted, señorita Bennet, la razón de mi viaje hasta

                aquí. Su propio corazón y su conciencia tienen que decirle el motivo de mi
                visita. Elizabeth la contempló con el natural asombro:

                     ––Está usted equivocada, señora. De ningún modo puedo explicarme el
                honor de su presencia.

                     ––Señorita  Bennet  ––repuso  Su  Señoría  con  tono  enfadado––,  debe
                usted saber que no me gustan las bromas; por muy poco sincera que usted

                quiera  ser,  yo  no  soy  así.  Mi  carácter  ha  sido  siempre  celebrado  por  su
                lealtad y franqueza y en un asunto de tanta importancia como el que aquí
                me trae me apartaré mucho menos de mi modo de ser. Ha llegado a mis

                oídos que no sólo su hermana está a punto de casarse muy ventajosamente,
                sino  que  usted,  señorita  Bennet,  es  posible  que  se  una  después  con  mi

                sobrino Darcy. Aun sabiendo que esto es una espantosa falsedad y aunque
                no  quiero  injuriar  a  mi  sobrino,  admitiendo  que  haya  algún  asomo  de

                verdad  en  ello,  decidí  en  el  acto  venir  a  comunicarle  a  usted  mis
                sentimientos.

                     ––Si creyó usted de veras que eso era imposible –replicó Elizabeth roja
                de asombro y de desdén–, me admira que se haya molestado en venir tan
                lejos. ¿Qué es lo que se propone?

                     ––Ante todo, intentar que esa noticia sea rectificada en todas sus partes.
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