Page 332 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LVI
Una mañana, aproximadamente una semana después de la declaración
de Bingley, mientras éste se hallaba reunido en el saloncillo con las señoras
de Longbourn, fueron atraídos por el ruido de un carruaje y miraron a la
ventana, divisando un landó de cuatro caballos que cruzaba la explanada de
césped de delante de la casa. Era demasiado temprano para visitas y además
el equipo del coche no correspondía a ninguno de los vecinos; los caballos
eran de posta y ni el carruaje ni la librea de los lacayos les eran conocidos.
Pero era evidente que alguien venía a la casa. Bingley le propuso a Jane irse
a pasear al plantío de arbustos para evitar que el intruso les separase. Se
fueron los dos, y las tres que se quedaron en el comedor continuaron sus
conjeturas, aunque con poca satisfacción, hasta que se abrió la puerta y
entró la visita. Era lady Catherine de Bourgh.
Verdad es que todas esperaban alguna sorpresa, pero ésta fue superior a
todas las previsiones. Aunque la señora Bennet y Catherine no conocían a
aquella señora, no se quedaron menos atónitas que Elizabeth.
Entró en la estancia con aire todavía más antipático que de costumbre;
contestó al saludo de Elizabeth con una simple inclinación de cabeza, y se
sentó sin decir palabra. Elizabeth le había dicho su nombre a la señora
Bennet, cuando entró Su Señoría, aunque ésta no había solicitado ninguna
presentación.
La señora Bennet, pasmadísima aunque muy ufana al ver en su casa a
persona de tanto rango, la recibió con la mayor cortesía. Estuvieron