Page 60 - Orgullo y prejuicio
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intransigente  para  lo  que  a  la  gente  le  conviene.  No  puedo  olvidar  tan

                pronto como debería las insensateces y los vicios ajenos, ni las ofensas que
                contra mí se hacen. Mis sentimientos no se borran por muchos esfuerzos
                que  se  hagan  para  cambiarlos.  Quizá  se  me  pueda  acusar  de  rencoroso.

                Cuando pierdo la buena opinión que tengo sobre alguien, es para siempre.
                     ––Ése  es  realmente  un  defecto  ––replicó  Elizabeth––.  El  rencor

                implacable es verdaderamente una sombra en un carácter. Pero ha elegido
                usted muy bien su defecto. No puedo reírme de él. Por mi parte, está usted a

                salvo.
                     ––Creo  que  en  todo  individuo  hay  cierta  tendencia  a  un  determinado

                mal, a un defecto innato, que ni siquiera la mejor educación puede vencer.
                     ––Y ese defecto es la propensión a odiar a todo el mundo.
                     ––Y el suyo respondió él con una sonrisa–– es el interpretar mal a todo

                el mundo intencionadamente. ––Oigamos un poco de música ––propuso la
                señorita Bingley, cansada de una conversación en la que no tomaba parte––.

                Louisa, ¿no te importará que despierte al señor Hurst?
                     Su  hermana  no  opuso  la  más  mínima  objeción,  y  abrió  el  piano;  a

                Darcy, después de unos momentos de recogimiento, no le pesó. Empezaba a
                sentir el peligro de prestarle demasiada atención a Elizabeth.
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