Page 57 - Orgullo y prejuicio
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aseguró  que  nadie  tenía  ganas  de  jugar;  el  silencio  que  siguió  a  su

                afirmación pareció corroborarla. Por lo tanto, al señor Hurst no le quedaba
                otra cosa que hacer que tumbarse en un sofá y dormir. Darcy cogió un libro,
                la señorita Bingley cogió otro, y la señora Hurst, ocupada principalmente en

                jugar  con  sus  pulseras  y  sortijas,  se  unía,  de  vez  en  cuando,  a  la
                conversación de su hermano con la señorita Bennet.

                     La señorita Bingley prestaba más atención a la lectura de Darcy que a la
                suya propia. No paraba de hacerle preguntas o mirar la página que él tenía

                delante.  Sin  embargo,  no  consiguió  sacarle  ninguna  conversación;  se
                limitaba a contestar y seguía leyendo. Finalmente, angustiada con la idea de

                tener que entretenerse con su libro que había elegido solamente porque era
                el segundo tomo del que leía Darcy, bostezó largamente y exclamó:
                     ––¡Qué agradable es pasar una velada así! Bien mirado, creo que no hay

                nada tan divertido como leer. Cualquier otra cosa en seguida te cansa, pero
                un libro, nunca. Cuando tenga––una casa propia seré desgraciadísima si no

                tengo una gran biblioteca.
                     Nadie dijo nada. Entonces volvió a bostezar, cerró el libro y paseó la

                vista alrededor de la habitación buscando en qué ocupar el tiempo; cuando
                al oír a su hermano mencionarle un baile a la señorita Bennet, se volvió de

                repente hacia él y dijo:
                     ––¿Piensas seriamente en dar un baile en Netherfield, Charles? Antes de
                decidirte te aconsejaría que consultases con los presentes, pues o mucho me

                engaño o hay entre nosotros alguien a quien un baile le parecería, más que
                una diversión, un castigo.

                     ––Si  te  refieres  a  Darcy  ––le  contestó  su  hermano––,  puede  irse  a  la
                cama antes de que empiece, si lo prefiere; pero en cuanto al baile, es cosa

                hecha,  y  tan  pronto  como  Nicholls  lo  haya  dispuesto  todo,  enviaré  las
                invitaciones.

                     ––Los bailes me gustarían mucho más ––repuso su hermana–– si fuesen
                de otro modo, pero esa clase de reuniones suelen ser  tan pesadas que se
                hacen  insufribles.  Sería  más  racional  que  lo  principal  en  ellas  fuese  la

                conversación y no un baile.
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