Page 139 - Cómo no escribir una novela
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gustaría poder ayudarte!
                   —Oh, doctor Fenton. Ojalá hubiera sido una enfermedad tratable.
                   —Todas  son  intratables,  Rally.  Ahora  reza  conmigo.  Reza  conmigo

               mientras todavía puedes.



          A menudo, llevado por el arrebato de la inspiración, el autor empieza a saltar de un
          tiempo  verbal  a  otro  sin  ser  consciente  de  ello.  Mientras  cruza  una  habitación  un

          personaje puede viajar desde al presente al pasado y volver al presente de nuevo. Un
          fuego que había sido provocado arde ahora. Los perros ladraban cuando han trotado
          detrás de su amo. El lector por lo general puede descifrar estos saltos temporales pero
          pronto  se  encuentra  con  que  no  está  haciendo  otra  cosa.  Más  que  estar  en  tensión

          cuando el héroe corre hacia la escena del accidente y se encuentra a la heroína viva de
          milagro, se conforma con alegrarse si consigue estar seguro de que eso ya ha ocurrido.

               Revisa siempre con cuidado los tiempos verbales de las frases antes de enviar tu
          manuscrito a un editor.







                                                                                     Un pasado insoportable
                                                                Cuando prácticamente sólo se emplea un

                                                                                                  tiempo verbal


               Guardé  mi  secreto  durante  todo  el  tiempo  que  estudié  Derecho  y  nunca
               nadie sospechó nada. Fui contratado por una firma de prestigio y pasé tres
               años hasta que me hicieron socio. Temblaría la monolítica estructura de la

               jurisprudencia norteamericana cuando revelase lo que nadie sospechó.
                   Permanecí  fiel  a  mis  creencias  mientras  trabajé  dentro  del  sistema  y

               trabajé  más  duro  que  nadie  para  disipar  todas  las  sospechas  que  mis
               principios  ocultos  pudieran  suscitar.  Trabajé  más  horas  facturables  que
               ningún otro abogado en el bufete. ¡Ja! ¡Qué idiotas! Pronto lo sabrán todo y
               comprenderán  cuán  profundamente  socavé  sus  arraigadas  creencias  en  el

               sistema.
                   Un  día  tras  otro  me  estremecí  de  placer  en  mi  escritorio  de  roble

               macizo, la puerta de mi despacho tan cerrada como el corazón donde oculté
               mis verdaderas intenciones. El día que me hicieron socio anuncié la verdad
               que  oculté  durante  tanto  tiempo  en  mi  corazón,  esto  es,  que  yo,  Archie

               Teuthis, era un anarquista.
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