Page 141 - Cómo no escribir una novela
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                                   EL MONÓLOGO INTERIOR




          «¡Que les den matarile! —pensó Stalin—. Esos académicos liberales tan estirados es
                                               que me sacan de quicio.»








          Si nos has acompañado hasta aquí, ya debes tener unos personajes con comportamientos
          inverosímiles, con vidas disparatadas y con quienes a los demás no les apetecería nada

          relacionarse.  Consigue  que  la  vida  interior  de  tus  personajes  sea  igual  de  insufrible
          utilizando alguna de estas eficaces técnicas para malograr cualquier monólogo interior.







                                                                         Un personaje demasiado sensible
                                                                    Cuando un personaje sobrerreacciona



               —¿Puedes cogerlo tú? —gritó él.
                   Yo  me  eché  a  temblar  por  lo  destemplado  de  su  voz,  recordando  las
               veces  que  me  había  hablado  con  el  tono  del  amor.  El  teléfono  resonaba

               agudamente con su timbre, crispándome los nervios, que ya estaban a flor
               de piel. Cuando descolgué el auricular mi voz temblaba.
                   —¿Hola?

                   —Hola.  Le  llamo  de  Limpia-Alfombras  S.  A.  y  tenemos  una  oferta
               especial para usted…
                   Mi corazón se contrajo con una fría amargura cuando oí esa monótona

               voz  grabada.  El  mundo  se  había  convertido  en  un  lugar  tan  cruel,  tan
               impersonal. ¿Qué había sido del sentimiento de comunidad? ¿Qué había sido
               de la compasión? Cuando le colgué a la cinta grabada de esa empresa de

               venta  por  teléfono  mis  ojos  recayeron  en  una  foto  enmarcada  de  mi
               chihuahua,  Fido,  que  había  desaparecido  misteriosamente  en  unas
               vacaciones en Cancún. Las lágrimas acudieron a mis ojos cuando pensé en

               el  pobre  Fido,  solo  y  perdido  en  este  mundo  despiadado.  «Ojalá  Dios  te
               guarde», le susurré desde mi corazón mientras las lágrimas me corrían por

               las mejillas.
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