Page 140 - Cómo no escribir una novela
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Nuestro  idioma  es  una  lengua  rica  y  llena  de  matices  elaborada  para  satisfacer  las
          necesidades de sus hablantes. De la misma manera que tenemos muchas formas de decir
          «Me estás molestando», nuestro idioma tiene varios tiempos verbales que nos permiten

          expresar cualquiera de los modos en que una acción puede desarrollarse en el tiempo.
               Estos  tiempos  pretéritos  permiten  diferenciar  entre  unos  hechos  del  pasado  que
          pasaban a la vez que otros (Comía unos cacahuetes cuando ella le pegó); unos hechos

          que ocurrieron justo cuando acababan de ocurrir otros (Cuando se hubo comido  los
          cacahuetes  ella  le  pegó)  y  una  cadena  de  hechos  sucesivos  ocurridos  en  el  pasado
          (Una vez que se hubo comido los cacahuetes, se había desnudado, y ella, ni corta ni

          perezosa, le pegó).
               En el lenguaje hablado el contexto nos permite aclarar cualquier ambigüedad que
          pueda  haber  entre  las  muchas  posibilidades.  En  la  ficción  este  papel  recae  sobre  el

          autor, que debe diferenciar entre «peló un plátano» y «había pelado un plátano».
               Mediante la correspondencia de los tiempos verbales puedes retrotraerte miles de
          años para ofrecer una información vital sobre ciertos antecedentes de tu historia y luego

          volver  a  plantarte  en  la  escena  que  se  está  desarrollando  en  el  presente  sin  ningún
          esfuerzo. Si no tienes en cuenta las sutilezas de la correlación temporal, tu lector se
          quedará  colgado  en  la  época  medieval,  esforzándose  en  comprender  por  qué  en  esa

          corte carolingia aparece una Honda.
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