Page 145 - Cómo no escribir una novela
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Hamlet va de compras
Cuando se reproducen los pensamientos
del personaje sin motivo ni razón
El amable susurro del batir de las alas de las luciérnagas, mezclado con el
dulce zumbido de las propias luciérnagas, creó un telón de fondo que era
como una sinfonía de trinos. Una de sus frases melódicas captó la atención
de mi oído, y miré, hasta que descubrí que su autor era un tordo.
Oh, ese tordo me hizo recordar a mi segunda esposa. ¿Por qué la dejé?
Me hacía cruces. Yo era un hombre bueno y decente, totalmente capaz de
amar a otra persona, de abrir mi corazón al amor. Lo sabía desde mi
primera mujer, a quien amé apasionadamente y con toda la timidez de la
juventud. De hecho, ahora que lo pienso, ¿por qué dejé a mi primera mujer?
¿Fue por inexperiencia? ¿Fui egoísta? Quizás no era tan buen hombre
después de todo…
Los manuscritos de los autores impublicables con frecuencia están plagados de pasajes
en los que el protagonista hace balance de su vida. A veces se describe primorosamente
toda una escena —un paisaje montañoso de una belleza conmovedora, con el
protagonista solo en un muelle durante la puesta de sol— sin otro motivo que colocar a
ese personaje en un escenario romántico donde pueda repasar su vida. En otras
ocasiones una escena presenta un personaje que hace cosas que facilitan ese inventario
general de la propia vida, como cuando el protagonista recoge las cosas de su casa en
una mudanza, ordena su armario o mira un álbum de fotos.
Aunque alguna reflexión ocasional puede ser la transición hacia una escena, o una
pincelada en una escena, una reflexión nunca debe ser la escena. Si tu personaje
necesita hacer balance de su vida, muéstrale el respeto que se merece y deja que lo
haga en privado.
Hombres de inacción
No sólo los personajes que hacen balance de su vida son lo que decide que
una novela sea impublicable. Un rasgo muy común de los manuscritos