Page 161 - Cómo no escribir una novela
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                           LA DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA




            «Llama a la Oficina de Patentes —gritó Edison—. ¡Acabo de inventar el teléjono!»








          Cuando un escritor primerizo se sienta para empezar a escribir su novela épica sobre
          las  campañas  de  Ghengis  Khan  se  da  cuenta  de  que  tiene  dos  caminos  ante  sí.  El
          primero es dedicarle al libro horas y horas de meticulosa documentación, cuyos frutos

          deberá  integrar  inteligentemente  en  su  historia,  consiguiendo  que  esos  conocimientos
          cobren vida y naturalidad en los personajes y su trama. El otro es el siguiente:







                                                                           Buenas, soy caballero medieval
                                                               Cuando los personajes nos explican cómo

                                                                                                    es su época


               El samurái envainó su espada y la dejó sobre la esterilla hecha con hojas de
               plantas de arroz. Cruzó las piernas según establecían las formas. La geisha

               le sonrió, extrayendo unas gráciles notas de su ikebana.
                   —Ah, Tamiko —dijo él—. Mañana iré a la guerra, como debe hacer un

               buen samurái. Y si no vencemos, lo cual sería una ironía, me quitaré la vida,
               para que nadie del clan Shimecaigo me considere un vergonzoso borrón en
               nuestra historia.
                   —Sí  —dijo  ella  sonriendo  grácilmente—.  Tras  clavarte  la  espada  la

               removerás hacia el oeste, luego al noroeste y finalmente al este, como tus
               ancestros hicieron siempre que sufrían una derrota.

                   —Pero —dijo con una pícara sonrisa— al menos en nuestra cultura no
               se  condenan  los  placeres  de  la  carne,  como  he  oído  que  ocurre  entre  los
               bárbaros del misterioso Occidente. Aquí no es vergonzoso querer disfrutar
               de una mujer.

                   La geisha esbozó una grácil sonrisa.
                   —¡Ahí está! —dijo—. Yo, por mi condición, soy una víctima de un doble

               rasero impuesto por esta sociedad patriarcal. Debido al estigma asociado a
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